domingo, 10 de noviembre de 2013

Huevos rotos; mi colaboración de los domingos en Héroes del pensamiento.

Domingo, un objeto de inspiración: Huevos rotos, tostadas quemadas...



    Las cáscaras de huevo me miraban desde el bol de cerámica que había utilizado para echar los restos, al verlas pensé que podía ser una fuente de inspiración, de pronto me vino a la mente una familia, pero no una familia concreta, sino una abstracción de familia, todos estaban unidos en aquel recipiente, irremediablemente conectados por la misma sangre. Estuve a punto de fotografiarlo, no lo hice, todo quedó en mi mente. A pesar de estar rotos, la forma del receptáculo en el que se encontraban amontonados parecía forzarlos a quererse y defenderse por encima de estos ojos curiosos que eran los míos. ¿Qué es lo que me está pasando? ¿No crees que algo no va bien por las alturas? ¿Están atrofiadas tus conexiones? ¿En qué estado puede estar una neurona cuando comienza a ver lazos sanguíneos entre cáscaras de huevo? Solo faltaba que hubieras intuido cualquier problema en el reparto de la herencia de estos huevos rotos. ¿A manos de quién fue a para la huevera acartonada que los sostenía colocaditos uno al lado del otro? ¿Tenían vida por sí mismas las cáscaras? ¿Estaban rezando por el paradero de sus inseparables yema y clara? ¿Habría una buena relación entre ambas? ¿Clara tendría cierto odio oculto hacia yema por su exultante color anaranjado y por ser la preferida de las migas de pan? ¿Y qué pasa con la gallina? La única realidad es que se me han quemado las tostadas, demasiado pronto para hablar de huevos rotos cuando aún no tengo un café en el cuerpo, y dudo mucho que estas tostadas negras lleguen a poder ser comestibles: rascaré y rascaré y lo negro le quitaré. No, no voy a decir que no estoy inspirada porque es obvio que la inspiración viene conmigo a donde quiera que yo vaya, ayer me acompañó de camino a la producción de una santa tortilla de ocho huevos y un tercio de palmo de ancha, con un diámetro de plátano y medio. Todo depende claro está del tamaño del palmo y del plátano, pero era grande y estaba buenísima, que básicamente es lo importante, no lo del tamaño sino lo de suculenta. En fin, a dónde llegaré hoy, o hasta dónde seré capaz de llegar, tal vez a algún capítulo de mi vida agradable, en el que gozar con un chocolate caliente y unas filloas gallegas. Un saludo y feliz domingo a todos los héroes del mundo.


Isolina Cerdá Casado

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