Domingo, un objeto de inspiración: Huevos rotos, tostadas quemadas...
Las cáscaras de
huevo me miraban desde el bol de cerámica que había utilizado para echar los
restos, al verlas pensé que podía ser una fuente de inspiración, de pronto me
vino a la mente una familia, pero no una familia concreta, sino una abstracción
de familia, todos estaban unidos en aquel recipiente, irremediablemente
conectados por la misma sangre. Estuve a punto de fotografiarlo, no lo hice,
todo quedó en mi mente. A pesar de estar rotos, la forma del receptáculo en el
que se encontraban amontonados parecía forzarlos a quererse y defenderse por
encima de estos ojos curiosos que eran los míos. ¿Qué es lo que me está
pasando? ¿No crees que algo no va bien por las alturas? ¿Están atrofiadas tus
conexiones? ¿En qué estado puede estar una neurona cuando comienza a ver lazos
sanguíneos entre cáscaras de huevo? Solo faltaba que hubieras intuido cualquier
problema en el reparto de la herencia de estos huevos rotos. ¿A manos de quién
fue a para la huevera acartonada que los sostenía colocaditos uno al lado del
otro? ¿Tenían vida por sí mismas las cáscaras? ¿Estaban rezando por el paradero
de sus inseparables yema y clara? ¿Habría una buena relación entre ambas? ¿Clara
tendría cierto odio oculto hacia yema por su exultante color anaranjado y por
ser la preferida de las migas de pan? ¿Y qué pasa con la gallina? La única
realidad es que se me han quemado las tostadas, demasiado pronto para hablar de
huevos rotos cuando aún no tengo un café en el cuerpo, y dudo mucho que estas
tostadas negras lleguen a poder ser comestibles: rascaré y rascaré y lo negro
le quitaré. No, no voy a decir que no estoy inspirada porque es obvio que la
inspiración viene conmigo a donde quiera que yo vaya, ayer me acompañó de
camino a la producción de una santa tortilla de ocho huevos y un tercio de
palmo de ancha, con un diámetro de plátano y medio. Todo depende claro está del
tamaño del palmo y del plátano, pero era grande y estaba buenísima, que básicamente
es lo importante, no lo del tamaño sino lo de suculenta. En fin, a dónde llegaré
hoy, o hasta dónde seré capaz de llegar, tal vez a algún capítulo de mi vida
agradable, en el que gozar con un chocolate caliente y unas filloas gallegas. Un
saludo y feliz domingo a todos los héroes del mundo.
Isolina Cerdá Casado
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