viernes, 17 de julio de 2020

Imágenes


Parece que fue ayer, pero no hace tanto tiempo que ha pasado. Es por eso que cuando me ataca el recuerdo, como si éste fuera un objeto punzante que se enreda en mis entrañas como si fuera un gancho que va atrapando sentidos, me hundo en el desconsuelo más absoluto y lloro. El otro día me ocurrió conduciendo, mi hijo de copiloto. "¿Qué te pasa mamá? ¿Por qué estás llorando?" -Preguntaba mi hijo con sorpresa, reiterando una y otra vez la pregunta. Nada, le respondí yo, cuando esa congoja repentina me lo permitió, no lo sé, pero lo cierto es que no podía dejar de llorar. Las lágrimas llegaron hasta mí de repente, una simple imagen fue la detonante, era una imagen creada por la imaginación, el reencuentro después de más de seis meses con mi familia, nos dirigíamos hacia Crevillente. Supongo que a esa imagen le acompañaron los motivos pandémicos, entonces a estos le acompañaron imágenes reales que llegaban desde lo más profundo del subconsciente, cuando apretaba las manos de los pacientes enfundada en un traje de buzo y les susurraba a gritos palabras de ánimo. "Su familia está ahí fuera, no se rinda, luche", "No estás sola, estamos aquí contigo, ánimo bonita"... Pero aquello fue tan duro, era como si de repente nos hubiéramos sumergido en un contexto bélico, un ambiente cargado de dolor e impotencia pero también de valentía, no me daba tiempo de pensar lo que estábamos haciendo, esa lucha contra el virus desconocido que atacaba con crueldad y casi sin tiempo de reacción a gente tan vulnerable, obligando a un aislamiento forzoso que no solo afectaba al enfermo sino también a su familia. Porque no se podían despedir y conocedores de esa tristeza infinita tratábamos de transmitir el cariño y la atención necesaria para calmar y sosegar en la medida de lo posible. Lo vivido no pasa desapercibido para el alma, está ahí, y poco a poco tiene que ir saliendo para que no se pudra y te queme por dentro.

Isolina Cerdá Casado

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