miércoles, 27 de enero de 2016

Corrupción, comisiones y mordidas.

    Ese palabro, la corrupción, es tan doloroso ver esos contrastes entre coches de alta gama y carros llenos de cartones, o chatarra, o lo que sea. El político que trabaja pensando en enriquecerse se enriquecerá caiga quien caiga, y pise a quien pise, porque ha iniciado su carrera sin saber lo que es verdaderamente su trabajo. Es tan indignante ver la realidad, todo lo que se ha escondido por los recovecos de las decisiones políticas, las decisiones que no se tomaban por un beneficio social sino por la obtención de un beneficio privado, para uno mismo, para sufragar una vida basada en la opulencia y sostenida con el robo. Seguramente no se pensaba en cómo mejorar la situación de las personas dependientes, no se estudiaba la manera de que se pudiera mantener una ley de dependencia tan necesaria. Si al menos ese dinero en lugar de ir al bolsillo de uno se hubiera reconducido por caminos que mejoraran el estado de la sociedad en general,  como la investigación de enfermedades raras y las no tan raras, el desarrollo de políticas sociales que ayudasen a paliar la situación de crisis que asfixia a tantas familias que viven con poquísimos ingresos, ...tal vez entonces... Se me ocurre que podían oficializarse esas comisiones y que se dirigieran a donde debían ir, no al bolsillo de la persona que decide sino a las familias que necesitan ayuda de la sociedad, a la educación pública, a reforzar a los profesores en su importante papel, la de hacer de nuestros hijos, con la responsabilidad primera de los padres, personas adultas con ética, criterio y cultura.
    Yo sé que no es una cuestión de partidos políticos, la corrupción está presente en todos ellos. Supongo que antes de ser político o política se debe ser persona íntegra, con conciencia, con responsabilidad, con verdadera vocación política y con cultura y formación.
    Lo siento por los buenos políticos, pero tanta negrura les salpica irremediablemente, es el momento de limpiar, y a fondo, con desinfectante, hasta llegar a esos rincones que solo ellos conocen por más que digan que no sabían nada. Es hora de mover los muebles y sacar hasta la última pelusa de la casa.

Isolina Cerdá Casado

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