jueves, 2 de enero de 2014

Dolor de cabeza.

   
Mi querida hada protectora:
    Te escribo porque estoy en un momento extraño, bien, estoy bien, pero supongo que tener cuarenta años te coloca en una posición determinante, ya he pasado por muchas situaciones complicadas y de todas he salido airosa, pero ahora, ahora mismo, en este día dos de diciembre en el que el cielo llora sin descanso, me siento diferente, como si por un momento hubiera podido salir del camino de la vida, subirme a un árbol y desde arriba, sentada en una rama me hubiera puesto a observar el tránsito vital. Y miro al cielo y no veo sol, y siento que esa mujer que camina despacio carga con una gran maleta de acontecimientos, que en realidad no es tan distinta de las otras maletas con las que carga el resto de la humanidad.
    Supongo que esto es normal, que de pronto una persona se plantee cosas que en la cotidianidad no le da tiempo, y todo va sucediéndose mejor incluso de lo que uno pensaba. Y mientras preparas el café, te subes a la rama más alta del árbol, y a la vez que le pones el vaso de leche con galletas a tu hijo, estás subida a la copa más elevada del bosque verde. Y comienzas a hacer las cosas rutinarias a la vez que miras tu vida con lupa y te preguntas cómo es posible que todo haya ocurrido como ha ocurrido, y no sólo miras tu vida sino que también la de los demás, y no te puedes creer que un padre pueda superar la muerte de un hijo, incluso la de dos; ni puedes entender cómo es posible crecer y adaptarse a vivir sin la protección paterna o materna, y sin embargo se consigue.
    No sé, hada querida, tengo ahora mismo la cabeza dándome tumbos, como si tuviera una colchoneta elástica en mi cráneo y toda la materia gris se lo estuviera pasando pipa dando saltos y saltos. Estoy esperando el efecto del café con leche, a ver si calma esa actividad gimnástica de las células cerebrales y todo mi cuerpo se pone a saltar minimizando la sensibilidad craneal. ¿Qué quiero de ti? Ay, ¡si yo lo supiera! Me gustaría que me cogieras en brazos, me mecieras a la vez que me cantas una nana, con una letra apaciguadora y tranquilizadora, sentir que nada a mi alrededor es más importante que ese momento tranquilizador.
    Bueno, pues ya está, algo he soltado, mis miedos siguen brincando pero me siento mejor. A ver si este nuevo año viene lleno de inspiración, de nuevos y grandes propósitos, de ánimo energético, de luz, de sol, de lluvia, y de amor. Bendito amor reparador.

Isolina Cerdá Casado.

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