Domingo, un objeto de inspiración: una bañera, una hija y un
juego de té.
Estaba muy
cansada, tenía que darme una ducha, tenía el pelo sucio y estaba con mucho estrés
en el cuerpo. Mi marido y mi hijo habían salido, se fueron a ver el fútbol a un
bar, era uno de esos partidos Madrid-BarÇa que los futboleros no quieren perderse. Yo tenía frente a mí una montaña de
ropa, una niña que tenía que merendar y un estado turbulento en el interior. Opté
por concederme un baño relajante, apañé la merienda de la niña, la dejé en el
salón, con todo el suelo invadido por playmobiles y llené la bañera. Me llevé
un libro y me imaginé cubierta de agua, leyendo relajada, reponiéndome, llenándome
de fuerza. Entonces, cuando ya estaba metida en la bañera llegó mi hija con su
bocadillo de jamón York, diciéndome que si se podía quedar en el cuarto de baño
mientras yo estaba inmersa en aguas jabonosas. -Bueno hija, si no te apetece
jugar con los miles de muñequitos que tienes escampados por el comedor, puedes
quedarte. - Zí, me quedo. -Bien.- Se
puso a observarme al lado de la bañera.
-Mamá, tienes una vulva
muy fea. - ¿En serio? – Zí, está
llena de pelos. Pero, ¿cómo puedes hacer pis?¿Eh? – Pues por el agujerito hija. – Ah, zí. Pero tu
vulva ez muy fea. La mía es máz bonita. - Lara, ¿por qué no te vas al
comedor a jugar mientras meriendas? – No,
me quedo aquí sentada, encima del wáter. Mamá, ¿tu tienes cuarenta años no?
Pues cuando tengaz cincuenta te vaz a morir. –Espero que no, querida. Mi
madre tenía cincuenta y cuatro cuando murió. –Y ¿se murió mientraz dormía? – No, murió poco a poco, estaba en
una cama en el hospital. – ¿Era una cama
de ruedaz? Ya lo zabía. ¿Ella tenía cáncer no? – Sí, estaba malita. – Volvió
a situarse al lado de la bañera, observando mi cuerpo nuevamente. – Mamá, tú tienez laz tetaz muy gordas. Y se
te van a ir poniendo más gordaz y más gordaz. – No creo que crezcan más
hija. –Mamá,
hay hormigaz en la bañera. – Son pelusas hija. – Cuando
tenga una hija la voy a llamar Corazón. – A lo mejor de aquí a que la
tengas cambias de idea. – No, mamá, no me
gusta otro nombre. ¿Qué es esto? – Un libro, un libro de Isabel Allende,
con cuya lectura quería relajarme metida en la bañera. – Uf, qué
rollo, no me guzta. A ver qué pone. No sé lo que pone. ¿Te vaz a tomar un té
conmigo? – Bueno, vale.
Salí de la bañera,
envolví mi larga cabellera mojada en una toalla, me metí en mi albornoz y ahí
acabó mi baño relajante, mi hija se comió su bocata sin dejar de hablarme y mi
baño relajante acabó en el mismo instante en el que mi hija entró por la
puerta. Minutos después estaba sentada en el sofá tomándome un café con el
juego de té que le habían traído los últimos reyes, me echó café, leche y unos
gramitos de azúcar imaginaria. Y tras unos cuantos sorbos, me dijo que quería
ver dibujos. Encendí el televisor y busqué algún canal en el que hicieran
dibujos animados y sentí que me tenía que poner a escribir urgentemente. Estas
conversaciones con mi hija de cinco años recién cumplidos tenían que ser
inmortalizadas, yo no recuerdo ninguna conversación con mi madre cuando tenía esa
edad. Tal vez si mi madre la hubiera escrito yo hubiera podido saber qué tipo
de conversaciones entablaba con esa edad y no me hubiera pillado tan
desprevenida.
En fin, que eso,
que me adelanto un día porque mañana tengo por delante una jornada de domingo
ajetreada, celebramos el cumple de la pequeñaja con la familia en la parcela y
me voy a hinchar a cocinar, y no sé si voy a tener tiempo de mi momento artículo
dominguero. Sean felices lo que queda de sábado y disfruten a tope el gran
domingo alargado que tenemos por delante.
Isolina Cerdá Casado
No hay comentarios:
Publicar un comentario