Yo no tengo un cuarto especial en el que sentarme y dejarme ir, aunque a nadie le importa que lo haga, tienes ganas de ser creativa y de que surjan las palabras, tienes la sensación de que hay muchas cosas que contar, pero en realidad no haces más que mirar al cielo y quedarte exhausta, estás sin fuerzas, en ocasiones faltan los sentidos, y no eres capaz de hacer las cosas como deberías. ¿Qué es lo que te hace pensar que aquello sobre lo que quieres escribir es importante? ¿Crees realmente que tiene alguna importancia para un tercero leer eso que pueda llegar a salir de ti? Creo que sí, que es importante. Recuerdo tantas cosas de aquellas épocas difíciles, aunque en aquellos momentos no me parecía que fueran malos tiempos. Yo era una niña, recuerdo que iba tumbada en el asiento de atrás del furgón de mi padre, era un sábado por la mañana, a eso de las seis, intentaba no dormirme porque debía estar vigilante, poco tiempo atrás mi padre había tenido un accidente con el furgón yendo a trabajar, era vendedor ambulante y se dirigía al mercado de Torrevieja. Ahora mismo me sorprende mi actitud de niña acatadora de las circunstancias en las que me había tocado vivir, recuerdo que con diez años tenía que faltar a clase porque mis hermanos eran pequeños y mi madre se tenía que quedar a su cuidado, así que salía con mi padre al mercado algún día entre semana además de los sábados.
Ahora miro el cielo, me siento feliz, a pesar de todo lo que he vivido, porque resulta que muchas veces me pregunto por qué tengo esa especie de impulso, como una necesidad de escribir algo que hay dentro, pues claro que sí, tengo cosas que contar, experiencias vividas que no han salido, que no se han manifestado creativamente y que por alguna razón mi alma necesita contar. Tal vez porque hay mucho maquillaje en la vida, porque es mejor pintarlo bello que sentir que el cuadro era feo, es preferible engañar a los sentidos y creer que tu vida no está tan condicionada por las circunstancias; pero mi vida estaba y siempre ha estado condicionada por circunstancias jodidas. Pero todo se podía relativizar, si comparaba mi vida con la vida de mi madre, yo debía sentirme afortunada; y si pensaba en la infancia de mi padre, debía sentirme la niña más afortunada del mundo, el simple hecho de poder comer todos los días formaba parte de mi peculiar fortuna.
Fortuna, fortuna, era el nombre del tabaco que fumaba mi madre, luego se pasó al Nobel.
Muchas veces fui a comprar su paquete de cigarrillos. ¿Por dónde empezar a escribir?¿Cómo organizar el cuento? ¿Y si empiezo aquel día en el que me asomé a la ventana del cuarto de baño del cuarto piso en el que vivíamos y miré hacia abajo sopesando los pros y los contras de hacer una locura? Apenas debía tener doce años, imaginé mi cuerpo sobre aquella uralita que cubría parte del bajo del edificio. Luego pensé en mis padres, deseché la idea al momento y nunca más volví a pensarlo, pero el recuerdo de aquel planteamiento momentáneo viene conmigo y no lo he olvidado jamás. Nunca lo compartí con nadie. Paradógicamente, años después, como dieciocho, yo debía tener treinta años, al volver de la Escuela Superior de Arte Dramático una cinta de la policía local rodeaba una superficie de la carretera a unos metros del portal de mi casa. Una vecina, una niña, de unos quince años, se había lanzado desde su habitación de su piso de la quinta planta, y acabó con su vida, todavía quedaban restos de la tragedia cubiertos con montones de arena blanca.
Los cielos grises, de nubes que van y vienen, de recuerdos que se despiertan y que se vuelven a dormir, por el calor de la vida que se quema segundo a segundo, que se reinventa y se transforma y te da la oportunidad de volver a soñar. Nunca se debe tirar la toalla. Al final la justicia llega. Saul Bellow, un escritor canadiense de origen judío dijo: "La única curación segura es escribir un libro", se le atribuye esa frase, se dijo que la dijo. La cogí, la hice mía, la anoté en mi cuaderno de notas y la llevo conmigo. Y creo que en mi caso, como persona neurótica que soy, estoy convencida de que es ciertamente así: sólo podré sentirme libre y bien si escribo el libro de mi vida, que tiene muchas vidas a su alrededor, y en la que todas ellas tienen un papel importante.
Isolina Cerdá Casado
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