Domingo, un objeto de inspiración: Un cielo rosado, un
enanito chisposo, una hermana muerta y el cáncer de mama.

Todo estaba
tranquilo, en muchas ocasiones no nos damos cuenta de la tranquilidad que nos
rodea, ese día yo sí me daba cuenta, algo estaba a punto de pasar, era como si
ese sexto sentido del que a veces se habla se estuviera manifestando, sin más. Atendía
en clase, estábamos en clase de Lengua española, la profesora lograba hacer
interesante una materia que en aquel entonces no me llamaba la atención, quién
me iba a decir que mucho tiempo después hallaría algún consuelo jugando con
esas normas básicas que a base de pizarra y análisis trataba de introducir en
nuestro cerebro. Entonces entró, era el jefe de estudios, se acercó hasta la
profesora y le habló en susurro, ella me miró, y asintió al hombre que había
hecho su aparición con cierta actitud apesadumbrada. Mierda, tenía que ver
conmigo, ese sexto sentido joder, el instinto estaba alerta, tal vez lo estuvo
desde el mismo momento en el que la dejamos allí metida. Siempre supe que
aquello no era una buena idea, por eso después me sentí tan culpable, porque en
el fondo sabía que aunque estábamos esperanzados aquella no era la mejor solución.
Tenía que marcharme a casa, cuanto antes mejor, deprisa, corre. Nadie me dijo
lo que había pasado, pero indudablemente no se trataba de nada bueno. No insistí
en preguntar más, cogí mi mochila, la llené de las libretas y el pesado libro
de gramática lingüística y me dirigí caminando hacia casa. Iba con miedo, el
corazón latía a un ritmo acelerado, quería pensar en que no iba a ser tan
grave, que tal vez no tuviera que ver con ella, que a lo mejor un familiar
lejano…no, en ese caso no hubieran llamado al instituto pidiéndome que corriera
hasta casa. ¿Qué era lo que pensaba? Había leído las señales, y cuando llegué
todo se confirmó. Mi hermana había muerto.
¿Que por qué hablo
de esto ahora, en este artículo dominguero en el que escribo cosas ligeras y a
poder ser divertidas? El proceso ha sido claro. Ayer fue el día internacional
del Cáncer de mama, bueno, un montón de lazos rosas lo cubrieron todo, un montón
de mujeres y hombres que por unos momentos se solidarizaron con la causa. Durante
el día estuvimos en la parcela de la familia, era un día en el que se preveía
lluvia intensa para toda la jornada, sin embargo no llovió nada, apenas unas
gotas, eso sí, toda la lluvia que tenía que caer durante el día cayó minutos
antes de irnos. Me llevé la cámara y comencé a echar fotos, pensando, es
cierto, en el artículo de hoy. Normalmente utilizo una foto de un instante
previo a escribir el artículo, pero pensé que allí podía obtener imágenes inspiradoras
y sugerentes. Y al elegir esta foto como inspiradora, voy y pienso en mi
hermana, en el cáncer de mama por el pequeño trocito color rosa de ese cielo inmenso
que nos rodea, y la grandeza de la vida se me manifiesta, y voy yo y empiezo a
escribir sobre uno de los momentos más dolorosos de mi vida, que aún en el día
de hoy, mientras tecleo con ánimo logra empañar la mirada triste, hasta
finalmente hacer rebosar toda esa pena recorriendo estas mejillas que ya han
sido surcadas por montones de ríos intensos cargados de lluvias tormentosas.
En el fondo soy
consciente de que cuando imagino a un váter indignado, y me río hasta el fondo
de mi alma de esa situación absurda, estoy tratando de quitarle peso a la
realidad del váter inmóvil que lo único que hace es tragar y tragar mierda. Pobre
váter, en serio, no sé cómo puede soportarnos.
Mi hermana no
murió por el cáncer, fue mi madre la que murió por cáncer de mama, diez años
después de perder a mi hermana. Ayer estuve viendo hasta altas horas de la
noche dos programas relacionados con el tema. Se contó la verdadera historia
del lazo rosa, en su origen este lazo no era rosa sino naranja y fue una mujer
la que intentando que se investigara y que se considerara la enfermedad envió
cinco postales con un lazo naranja al Congreso, aquello fue creciendo. Fue una
idea de la que se quisieron apropiar grandes firmas comerciales y para evitar
problemas de derechos de autor y patentes, cambiaron el color naranja por el
rosa, después de un estudio de mercado vieron que ese color es el que más se
adaptaba al grupo al que iba dirigido, con muchos intereses económicos detrás más
que intereses humanos. Una enferma decía que ella no veía nada rosa en la
enfermedad, que era una enfermedad dura, terrible y oscura. Se trató el tema de
los desodorantes con aluminio, que una investigadora demostró que sí era
posible que las células se alterasen con la exposición continua a ese
componente de los desodorantes, no de todos. Lo cierto es que en lugar de
realizar estudios de mercado para ver con qué color tendrán más fuerza las
campañas habría que centrarse en ver cuál es la causa, qué lo provoca.
En fin, no sé,
cada cuerpo es diferente, cada persona es un mundo, estoy segura de que el
dolor es el mismo en todos, y sé que mi madre sufrió mucho, ¿fue el virus del
dolor el que se lo produjo a ella? ¿Fue la falta de prevención? Nunca se había hecho
antes una mamografía, tenía cincuenta años cuando se lo descubrieron, la edad
que ahora mismo consideran como mínima para realizar una mamografía a una
enferma sin antecedentes. Ella estaba en un grado cuatro cuando se lo
diagnosticaron, no tenía antecedentes, murió con cincuenta y cuatro.
Elegí un cielo
nublado con mucha luz, una luz esperanzadora, quería escribir sobre las
intensidades de la naturaleza, pero al final toda yo he sido arrastrada hasta
las intensidades del alma, del dolor, de la vida…
Un enanito perdido
entre la naturaleza me ha susurrado al oído que no me preocupe, que viva, que
abrace a mis hijos, que sueñe con que todavía me quedan muchos años para
inspirarme, que no pierda la esperanza porque vivir sin esperanza es caminar
apagado, sin sentido. Feliz domingo, también me deseó un feliz domingo, sí.
Isolina Cerdá Casado