lunes, 2 de septiembre de 2013

Mi colaboración semanal en Héroes del pensamiento: Lo imposible.

Domingo más uno, un objeto de inspiración: Lo imposible.

¿Puede ser “lo imposible” un título de algo? Bueno sí, lo es de una película, y lo va a ser de este artículo retrasado. Es precisamente el retraso del artículo en cuestión lo que me inspira, la respuesta a la tardanza. Y es que en ocasiones las cosas imposibles se dan, supongo que hasta que no me toque la lotería, encuentre un trabajo o me case de nuevo, no volveré a escribir en un portátil. Lo de casarme de nuevo lo digo no porque los asuntos matrimoniales vayan mal, que podrían ir mejor sí, pero no es eso, es porque fue el regalo de boda que me hizo mi marido antes de que se oficiara la ceremonia por lo civil, para nosotros fue ceremonioso igualmente aunque no estuviera dirigida por un sacerdote, encima el hombre me regaló un ordenador portátil para que no me fuera corriendo en el último momento. Y la foto de arranque, que no he podido colgar, es precisamente la que muestra mi nueva mesa de trabajo, ya no lo hago en la cocina, no me inspiro en plátanos o trapos, ahora mismo estoy haciéndolo en la habitación matrimonial, uf, que nadie espere que relate aquello que pueda inspirar una cama, ahora mismo estoy algo falta de inspiración pasional, y eso que en el siguiente trabajo actoral voy a representar a una ninfómana, lo cual según mi marido es algo absolutamente imposible por falta de identificación con el personaje, él me ve más metiéndome en la piel de una monja, no sabe lo que su mujer oculta, pobrecillo. No tengo problema con mis excesos literarios y mis desnudeces, él no lee ni aunque le obligue un pollo.
    Pues total, a lo que iba, que las cosas imposibles no son tales, igual que lo del tsunami  tuvo lugar, del mismo modo mi tazón de café con leche volcó sobre el cursor de mi portátil, al principio no reaccionaba pero ya ha empezado a dar síntomas irreversibles de acciones automáticas no dirigidas por mí. Una y otra vez me lo recuerda mi marido: “Mira que te lo dije, anda que no te lo repetí  veces,  no te tomes el café con leche cuando escribes en el ordenador, se te va a caer encima y te lo vas a cargar”. Y una y otra yo le respondo lo mismo: “Pues tú no sabes la de cosas interesantes que he escrito yo a la sombra de un café con leche”. “Qué cosas interesantes escribías, mira que te lo dije…te lo dije…” Vale, ya lo sé, mea culpa. Total que ese sueño que siempre tuve se esfumó con mi café con leche, el sueño de la escritora viajera con un portátil bajo el brazo en el que escribir sus aventuras e impresiones. Es verdad que escribir escribía pero viajar no viajaba mucho, vamos nada, y desde que se rompió la batería ni si quiera viajaba con mi portátil hasta la terraza de casa. ¿Será que el café con leche no es tan sano y beneficioso como creo? ¿Debería dejarlo y darle a la manzanilla? ¿Tendría que hacer rosquillas en lugar de escribir artículos? No lo sé, la verdad, ahora mismo estoy en estado de shock, es como si de repente se hubiera roto una parte de mí, y a raíz de esta rotura me he dado cuenta de lo enganchada que estaba a estar actualizada, bueno, de ver si había algo nuevo en facebook, de mirar el correo, las cuentas, las noticias, etc. Llevo varios días sin entrar en facebook y ya he pasado ese mono inicial, creo que he superado mi dependencia, bueno, aunque como ya he arreglado el ratón del ordenador grande, el de la torre, pues tal vez vuelva a actualizar mi grado adicción. En fin, que ya que no puedo desear un feliz domingo, espero que el lunes venga bien, cargadito de energía para arrasar con esta semana llena de potenciales cambios.


Isolina Cerdá Casado

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