Domingo más uno, un objeto de inspiración: Lo imposible.
¿Puede ser “lo imposible” un título de algo? Bueno sí, lo es
de una película, y lo va a ser de este artículo retrasado. Es precisamente el
retraso del artículo en cuestión lo que me inspira, la respuesta a la tardanza.
Y es que en ocasiones las cosas imposibles se dan, supongo que hasta que no me
toque la lotería, encuentre un trabajo o me case de nuevo, no volveré a
escribir en un portátil. Lo de casarme de nuevo lo digo no porque los asuntos
matrimoniales vayan mal, que podrían ir mejor sí, pero no es eso, es porque fue
el regalo de boda que me hizo mi marido antes de que se oficiara la ceremonia
por lo civil, para nosotros fue ceremonioso igualmente aunque no estuviera
dirigida por un sacerdote, encima el hombre me regaló un ordenador portátil
para que no me fuera corriendo en el último momento. Y la foto de arranque, que no he podido colgar, es
precisamente la que muestra mi nueva mesa de trabajo, ya no lo hago en la
cocina, no me inspiro en plátanos o trapos, ahora mismo estoy haciéndolo en la
habitación matrimonial, uf, que nadie espere que relate aquello que pueda
inspirar una cama, ahora mismo estoy algo falta de inspiración pasional, y eso
que en el siguiente trabajo actoral voy a representar a una ninfómana, lo cual según
mi marido es algo absolutamente imposible por falta de identificación con el
personaje, él me ve más metiéndome en la piel de una monja, no sabe lo que su
mujer oculta, pobrecillo. No tengo problema con mis excesos literarios y mis
desnudeces, él no lee ni aunque le obligue un pollo.
Pues total, a lo
que iba, que las cosas imposibles no son tales, igual que lo del tsunami tuvo lugar, del mismo modo mi tazón de café
con leche volcó sobre el cursor de mi portátil, al principio no reaccionaba
pero ya ha empezado a dar síntomas irreversibles de acciones automáticas no
dirigidas por mí. Una y otra vez me lo recuerda mi marido: “Mira que te lo
dije, anda que no te lo repetí veces, no te
tomes el café con leche cuando escribes en el ordenador, se te va a caer encima
y te lo vas a cargar”. Y una y otra yo le respondo lo mismo: “Pues tú no
sabes la de cosas interesantes que he escrito yo a la sombra de un café con
leche”. “Qué cosas interesantes
escribías, mira que te lo dije…te lo dije…” Vale, ya lo sé, mea culpa.
Total que ese sueño que siempre tuve se esfumó con mi café con leche, el sueño
de la escritora viajera con un portátil bajo el brazo en el que escribir sus
aventuras e impresiones. Es verdad que escribir escribía pero viajar no viajaba
mucho, vamos nada, y desde que se rompió la batería ni si quiera viajaba con mi
portátil hasta la terraza de casa. ¿Será que el café con leche no es tan sano y
beneficioso como creo? ¿Debería dejarlo y darle a la manzanilla? ¿Tendría que
hacer rosquillas en lugar de escribir artículos? No lo sé, la verdad, ahora
mismo estoy en estado de shock, es como si de repente se hubiera roto una parte
de mí, y a raíz de esta rotura me he dado cuenta de lo enganchada que estaba a
estar actualizada, bueno, de ver si había algo nuevo en facebook, de mirar el
correo, las cuentas, las noticias, etc. Llevo varios días sin entrar en
facebook y ya he pasado ese mono inicial, creo que he superado mi dependencia,
bueno, aunque como ya he arreglado el ratón del ordenador grande, el de la
torre, pues tal vez vuelva a actualizar mi grado adicción. En fin, que ya que
no puedo desear un feliz domingo, espero que el lunes venga bien, cargadito de
energía para arrasar con esta semana llena de potenciales cambios.
Isolina Cerdá Casado
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