miércoles, 25 de septiembre de 2013

Los guardianes de los niños frágiles.

 
  Si yo supiera escribir lo contaría todo, no me gustaría que quedaran cosas en el tintero, así si me tuviera que marchar precipitadamente las vivencias estarían inmortalizadas en un texto lleno de vida. Un texto en el que laten las pasiones, los amores inconclusos, las afinidades imposibles, los sueños, las evidencias, los secretos que nadie debe saber.
    Dentro, en su interior, en esa casa que se situaba en lo más alto del pueblo pasaban cosas, muchas cosas; dentro, en el interior de la mente de una niña también pasan cosas, los sueños se van formando y en ellos se insertan pequeñas espinas a las que esa alma primigenia y casi virginal se acostumbra, la imaginación poderosa crea un mundo paralelo al mundo real cargado de miserias. La miseria trasciende a lo material, no sólo es una falta de pan, es también una falta de respeto, es una falta de fidelidad, es una cuchillada en el hígado apenas perceptible por nadie más que por el dueño del hígado lesionado. ¿Qué pasa cuando falta el cariño a edades tempranas? ¿Qué ocurre con esa vida emocional que empieza a caminar? ¿Qué será de esa persona cuando alcance la edad adulta y no sepa qué es lo que significa el amor a edades tempranas? ¿Puede, el dolor ante esa carencia, convertirse y transformarse en amor sincero hacia un ser vulnerable como lo es un niño? Sí, claro que sí, pero en cada una de las muestras de afecto estará presente el recuerdo de esa inexistencia afectiva. Y es que es tan dura la vida que al menos un período de la misma debería quedar a salvo de las crudezas de la miseria, siendo adulto eres consciente de ello, y eres capaz de afrontar las dificultades de una manera equitativa con la intensidad de lo vivido, pero si apenas has caminado por las sendas de tu propia historia es imposible distinguir qué es exactamente un bache y cómo evitarlo. No hay mayor injusticia que aquella que se aplica sobre un niño o una niña, tenga un día, un mes, un año, o diez. Siempre han de haber ojos, miradas atentas a las señales, pequeñas muestras de lo que puede estar sucediendo en el interior de esa casa situada en lo alto del pueblo, en el segundo del número equis, o en el bajo de la calle del infortunio. Es una obligación social que tenemos los adultos, vigilar el bienestar de los pequeños hombres y mujeres del mañana. Atentos, estemos atentos.

Isolina Cerdá Casado

2 comentarios:

  1. Desde luego estemos atentos. Los niños no deberían padecer ningún tipo de sufrimiento. No hay cosa que más me conmueva que la mirada triste de un niño que sufre por alguna razón.
    Lo que no he entendido, Soli, ha sido el principio: "Si yo supiera escribir ...".

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  2. El otro día mi padre me decía: "Si yo supiera escribir contaría mil historias, no sé sobre qué escribiría, hay muchas cosas, la vida es tan complicada". Él matizaba, "si supiera escribir como tú", sé que algo sé, pero me queda mucho por aprender, y me falta en ocasiones la necesidad, tan importante en los actos creativos. Pero gracias por lo que presupones y gracias por molestarte en compartir tus opiniones. ¡Besotes!

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