domingo, 26 de mayo de 2013

Mi colaboración en Héroes del pensamiento de los domingos

Domingo, un objeto de inspiración: Las ollas, sartenes y una merluza respingona.



    Hoy no me centro, no me centro, no estoy inspirada, jopeta. No me lo repitas más, ¡merluza! Eso es lo que eres una merluza destemplada, no me mires con esa cara de pez que tienes, ni tampoco las mires a ellas; ni ellas ni yo tenemos la culpa de nada, es la vida y ya está, es la supervivencia del más apto, yo tengo piernas y una cartera, compré tu cadáver y ahora te voy a cocinar. ¿Por qué narices tienes que utilizar esa palabra? Es simplemente un pez sin vida, que encima no tiene la culpa de estar tan sabroso. Pues es lo que vamos a comer, bueno, si su mirada me lo permite. Me hace sentir culpable y eso es lo que pasa, que estoy hasta el moño de tanto sentido de culpa que arrastro. ¿Estás graciosilla? No, gracia ninguna, que me duele la cabeza, tanto como a esta merluza troceada.


      Creo que el artículo de hoy se va a quedar en articulillo, porque me estoy empezando a identificar con este pececillo, sé, como él también sabe, que esta piscinilla con agua caldeada en la cual flotan las patatas para el puré no forma parte de la decoración de un baño turco, como tampoco la sartén en la que hierve el aceite se acerca ni por asomo a una piscina de aguas templadas para calmar el alma. Si así fuera, sartenes como piscinas, me iba a convertir yo misma en merluza y me tiraría por el trampolín directa al receptáculo. Pero si yo fuera una patata me arrastraría como fuera para largarme de esta casa. Somos muy patateros aquí. Pero hija, ¿qué me estás contando? Vas a defraudar a tus lectores domingueros que alguna chispa hallaban en tus textos, qué ha sido de ella, de la chispa. Se quedó pegada a la cerilla que utilicé para encender la ramita de incienso. ¿Será que este retraso en la llegada de la primavera sentida ha retrasado también el estado depresivo y por esa razón ha llegado en estos días con tanta intensidad? Pues mira, sí tiene su lógica, es posible que este estado tenga un responsable directo en el tiempo, tiempo de tormentas y lluvias reiteradas, por lo menos por aquí, por Madrid. Bueno, a ver, qué vas a contar de las ollas, que estamos esperando a ver por dónde sales ahora. Las tengo amontonadas, como si no fueran grandes tesoros, bueno, no son grandes tesoros pero sí grandes cofres que guardan tesoros, tesoros breves, intensos, tesoros fugaces, que despiertan sentidos y calman ansias estomacales. Lo siento, creí que las ollas me iban a hablar, sentía que me iban a arrancar palabras enlazadas y con sentido, palabras graciosas, pero no. Hoy, el cansancio y la depresión post primaveral, me hacen ver a las ollas como objetos aburridos, cansados de trasladar, cocinar, contener, marear a unos alimentos crudos y transformarlos en ricos platos, sabrosos alimentos, recetas imbatibles. Que la inspiración me pille trabajando, que la chispa me encuentre tecleando en el ordenador, pero hoy, por más que espero, tecleo, le doy y le doy, nada, que no sale la cosa ligera y sin forzar. Me sirvo un café para ver si la cosa mejora, si las neuronas se ponen en fila y circulan un, dos, tres. Pero nada, pienso en lo que me contó una mamá del cole, cuando nos la encontramos en el parque, que su suegra se moría, que el cáncer se extendió, que se iba, que el médico decía que no tenía dolores, pero que sin embargo a ella se la veía mal, quejándose de molestias. Y que por más que le dijera el médico que la mujer no sufría, eso no era lo que parecía. Eso es lo que pasa, cuando estás mal, sensiblona, pochona, recuerdas las cosas malas que te contaron, y olvidas las buenas que te pasaron. No me queda más remedio que publicar el texto, no soporto la presión de tener que hacerlo y no haberlo hecho, así que solo espero que aquel que haya llegado hasta el final, se ponga en mi lugar y se compadezca de esta pobre merluza troceada que ahora mismo solo puede pensar en su lindo y lejano mar.


Isolina Cerdá Casado

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