domingo, 5 de mayo de 2013

Mi colaboración de hoy domingo 5 de mayo, en Héroes del pensamiento


Domingo un objeto de inspiración: El sombrero.

    Vaya, algún domingo tenía que pasar esto. La inspiración se quedó aparcada, perdida entre las sábanas de franela que me han hecho sudar como si hubiera estado caminando a través de un desierto. Vaya nochecita he pasado. Y claro, lo de coger un sombrero ha sido un hecho casual. Tengo varios en la cocina, una gorra está encima del frutero, ¿qué narices hace una gorra que publicita una tienda de jardinería codeándose con los plátanos? Pues no sé, en algún momento tenía que pasar, poseído por el desorden reinante, algún miembro de mi familia dejó la gorra sobre el frutero, después llegó otro miembro y comenzó a morder la gorra confundiéndola con una pieza de fruta, lo peor de todo es que no se llegó a dar cuenta de que ese sabor a tejido rancio no era insecticida de árbol frutal sino el sabor de una leyenda publicitaria impresa sobre tejido gorril. Esas cosas absurdas solo pueden pasar en una casa de mesas de cocina invadidas por objetos atípicos en semejante espacio.


    Yo ya sé que no podemos seguir así, un piolín que está impreso en una gorra azul de niño de una cabeza no superior a cuatro años, me mira con cara de desconcierto, preguntándome por su abuelita, afirma estar cansado de tener que escuchar las conversaciones que tienen sus compañeros de espacio: un sombrero de paja clásico jubilado ya, que echa de menos sus paseos por los campos de trigo, y un sombrero de paja verde que publicita un restaurante, O’Barazal, en el que se puede disfrutar del mejor marisco de las costas gallegas. El sombrero de paja tradicional se jacta continuamente de que él es auténtico, que no se ha tenido que vender a ninguna marca para funcionar perfectamente sobre la cabeza de algún agricultor, tacha al sombrero verde de playero dominguero, y de vez en cuando sueltan alguna palabrota mal sonante que chirría a los oídos de ese pollito amarillo cuya inocencia está muy lejos de los señores cubrecabezas.
    Y yo, aquí perdida, en este domingo extraño, domingo primero de mayo, día de la madre, mi día, día de mi madre, de la madre de mi marido, mi suegra, de mi tía que también es madre, de mis cuñadas, amigas y demás mujeres luchadoras.


    En este día en el que no me acompaña la chispa, en este día en el que me he tenido que dar una ducha para desprenderme de los sudores terribles del desierto franeloso de la noche. No me queda otra que reconocerme sola y sin la inestimable compañía de las musas mañaneras de esos domingos mágicos de los Héroes del pensamiento. Me siento tan vacía como la huevera espectacular sobre la que se posa otro sombrero de la casa. Un sombrero verde que llevó en la cabeza mi hija en su disfraz de carnaval, mi niña es la principal heredera de este desorden genético que me posee. No sé si debería decirlo con este tono positivo o amargarme por ser la portadora de esos genes terribles que hacen de la cocina un espacio mágico en el que conviven plátanos, gorras, patatas, sombreros y hueveras desconcertadas porque esperan ilusionadas un huevo para sentirse realizadas. No debería olvidarme del trapo amarillo, podría lanzarse nuevamente contra mí.
  


    Pues bien, en este domingo soleado, en el que tengo especial relevancia en los corazones de mis hijos, no he recibido ningún presente, creo que estos pobres no se han dado cuenta del día en el que nos encontramos. No me siento defraudada, pero sí olvidada, dejada de la mano de un dios injusto que no les recordó a estos pequeñuelos que hoy es mi día, y sin embargo mis labores me esperan como cualquier otro día, la lavadora me reclama que la llene de kilos de ropa sucia, pero yo tengo toneladas; el fregadero está atascado de montañas de vasos usados; la cama espera que le airee y le estire las dichosas sábanas de franela rosas, y mientras tanto, esta madre, mujer, cansada del mundo no puede hacer otra cosa que echar fotos a los olvidados sombreros desorientados por su inusual espacio de descanso.
    Me voy a tomar un café, me lo merezco, celebraré junto a esa taza caliente que hoy es mi día. ¡Yupi! ¡Feliz día a todas las madres olvidadas del mundo en este domingo sin inspiración!

Isolina Cerdá Casado


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