domingo, 19 de mayo de 2013

Mi colaboración de hoy, domingo 19 de mayo en Héroes del pensamiento. Domingo: un objeto de inspiración. Los bolsos.


Domingo un objeto de inspiración: bolsos.

    ¿Qué puede haber más enigmático que lo que contiene el interior de un bolso? Es casi tan enigmático como el interior de la casa de alguien a quien no conoces, o en la cual nunca has estado. Habrá personas que probablemente tengan una casa siempre preparada para las visitas, casas impolutas, sin una mota de polvo sobre la balda del mueble del comedor, o con un extractor de humos sin un chorreón de grasa anaranjada por el tiempo. Personas que limpian el baño cada vez que cae una gota de agua en el suelo, gente pulcra y ordenada que no permite que un resto de leche del desayuno entorpezca el esplendor del mantel de plástico que lo cubre. Uno no podría nunca imaginar la realidad de ese mundo cotidiano hasta que no llegara por sorpresa a esa casa y entrase en el baño por una urgencia urinaria y se encontrase con los restos de vidas intímas incómodos. Recuerdo una vez, esto es que me acabo de acordar y lo tengo que escribir porque soy así de impulsiva, hace como ¿veinte años? Uf, como pasa el tiempo de rápido, venía con nosotras una chica nueva, de reciente incorporación y que al poco se fue tal cual vino. La cuestión es que esta chica hablaba con mucha naturalidad de todo, incluso de las bragas sucias. Un día contándonos que había tenido la visita de un amigo que por lo visto la visitaba de vez en cuando, a casa de sus padres cuando éstos no estaban, nos relató cómo tuvo que esconder las bragas sucias debajo de la cama para que él no las viera. Era casi más pudoroso para ella el que este amante ocasional descubriera sus desórdenes mundanos, que el hecho de que sus propios padres la pillaran retozando en la cama con un hombre al que no conocían en ese ámbito postural. Y lo más sorprendente fue que nos lo contara, tanto una cosa como la otra. Por un lado es tranquilizador saber que cualquier mujer se ha podido dejar las bragas sucias tiradas por el suelo, pero por el otro es desagradable imaginarte las bragas sucias de otra persona. A mí por lo menos no me gustó ver esas intimidades en mi mente. Así que cuanto más mostrar las intimidades hogareñas, pero ¿y qué pasa con los bolsos? Sí, vamos a centrarnos. He aquí mi bolso:


    Como se puede ver en la foto este bolso con cuadros negros y blancos es el que llevo habitualmente, le acompaña el otro pequeñajo que ha querido posar también y lo he dejado porque no quería discutir con él. No debería ser un bolso conflictivo, pero este bolso blanco y negro tiene muy mala leche, y me hace unas jugarretas que nadie lo diría por su apariencia seria y modosita. Cada vez que introduzco en él alguna cosa, lo mezcla en su interior como si de una coctelera se tratase con todos los otros cacharros que pueda haber en sus adentros, después cuando introduzco la mano en busca del objeto en cuestión puede aparecer teñido por trozos de carmín, rebozado por migas de galletas o incluso aromatizado por un plátano olvidado unos días antes en sus adentros. La cuestión es: ¿el bolso se está manifestando? ¿Quiere decirme algo? ¿No es el bolso sino yo la causante de esas mezclas explosivas? ¿Por qué pesa tanto mi bolso?
    Veamos parte del contenido del susodicho bolso:


    Para empezar, ¿es necesario llevar un plátano en el bolso? ¿Y un tomate? ¿Y por qué narices tengo que llevar una cartera tan grande llena de descuentos del día y del Carrefour que nunca utilizo porque se me pasan las fechas y me desoriento con las cantidades? ¿Por qué tengo que llevar una caja entera de Ibuprofeno en lugar de llevar un pastillero con tres pastillas que es la dosis máxima diaria? ¿No me puedo echar la crema de manos en casa y dejarla guardadita en el mueble del baño? ¿Para qué llevo esas botellas de agua del decathlon que pesan un quintal llenas de agua, una rosa y una azul, para mis hijos, cuando no voy a ir a buscarlos al cole? ¿Por qué narices me compré una agenda tan grandísima cuando en realidad apenas tengo acontecimientos que escribir en ella?
    No, no puedo responder a tantas preguntas complejas, solo me he tomado un café y otro ibuprofeno, y a todo esto me pregunto: ¿soy adicta al ibuprofeno? No, me lo mandó el médico. Ah, bueno, empezaba a preocuparme.
    En cualquier caso, he de decir, que mis bolsos, siempre, siempre pesan muchísimo, no soy capaz de ir con un bolso ligero. Incluso esos pequeñajos propios de las bodas, esos que no valen para nada porque no cabe nada, esos bolsos brillantes de lentejuelas y brillos extremos, consigo atiborrarlos hasta el punto de que en mitad de la ceremonia se abren de golpe y pobre del que esté cerca: una barra de labios, unas llaves, un paquete de pañuelos, unas monedillas, pueden caer del cielo procedentes del estómago de mi mini bolso que no fue capaz de aguantar tanta carga en tan poco espacio.
    En fin, las casas y los bolsos tienen grandes paralelismos, y algo común y muy determinante: la misma dueña que puede que sea impulsiva y desordenada, o previsible y pulcra. Es igualmente aplicable al género masculino. Miren su bolso y verán su casa. Yo llevo el bolso muy cerradito para que nadie se meta en mis intimidades salvo en alguna ocasión que olvido cerrarlo y se me van cayendo los plátanos o los tomates por el camino, o las compresas o las toallitas. Un momento, un momento, que yo soy muy pulcra ¿eh? A veces, y en ocasiones puntuales.
    Feliz domingo a todos, me voy a limpiar el baño, que tengo visita, ah, y los chorreones de grasa roja, está cada vez más oscura la jodida.

Isolina Cerdá Casado

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