Domingo un domingo de inspiración: La lavadora.
Hoy iba a ser un
día especial, como lo son los domingos con soles radiantes y ánimo elevado. Pero
cuando me he acercado a la cocina en busca de mi café matinal, iba como sonámbula
porque hasta que no me tomo mi café con leche reglamentario soy un montón de
huesos y carne que se mueve sin rumbo claro y definido. Pues cuando abrí la
puerta de la cocina me encontré con un espectáculo dantesco. La lavadora
vomitaba ropa sucia, tenía ataques de tos extrañísimos y se la veía con cierta
diarrea blanca emergiendo del cajetín del detergente. Después de reponerme del
breve estado de shock emocional me puse a observarla, parecía enferma; pero si
una lavadora no es más que un objeto muy útil pero un objeto sin vida. ¿Qué podía
estar ocurriendo entonces en su interior para que se comportara de esa extraña
forma?
Piensa, piensa,
¿qué día es hoy? Domingo, hoy es domingo. ¿Qué haces tú los domingos? Pues, me
levanto, pongo lavadoras, preparo desayunos, leo algo de prensa digital…y
escribo. ¡Escribo! ¡Claro! ¡Escribo sobre objetos! Ella quiere ser protagonista
del artículo de hoy, se está manifestando, no seguirá lavando ropa hasta que no
se la tenga en una alta consideración, tan alta como para poder llegar a ser
protagonista de uno de los artículos de Héroes del Pensamiento.
Pero mi querida
lavadora, ¿cómo es posible que te hayas llegado a poner así pensando que no te
tenía en cuenta? Pero si yo no podría vivir sin ti hija. ¿Tú sabes la de tiempo
que me ahorras? De no ser por ti tendría que irme a la orilla del río
manzanares, que con lo contaminado que está no sé hasta qué punto sería
efectivo mi trabajo; la otra opción sería ir al lavadero público, pero éstos
han dejado de existir porque llegasteis vosotras y no tenía sentido perder
tanto tiempo frotando y frotando, aunque bien es cierto que se perdieron las
tertulias entre las mujeres que coincidían lavando ropa. Ahora las tertulias
tienen lugar en otros puntos más lúdicos, como en las cafeterías, pero con la
crisis se ha reducido hasta el café matinal y se habla con otras mujeres de
camino al cole, en la cola de la carnicería, en el ascensor, en cualquier sitio
en el que puedas mirar a los ojos a la otra persona y reconocerla como una
mujer como tú con los mismos quebraderos de cabeza. Por esto de la crisis se ha
reducido también la asistencia a las terapias con especialistas y una se
desahoga hasta con la pelota de tu hijo con la que tropiezas y caes al suelo,
empiezas echándole la bronca y después le cuentas cómo te sientes hasta el moño
de tener que limpiar una y otra vez el mismo suelo cansino.
Chica, tú haces
tan bien tu trabajo que en ocasiones te metería cachito a cachito toda la casa
dentro, e incluso he estado tentada a meterte a mi hijo todo entero para no
tener que andar lavando por un lado la ropa y por otro llenando la bañera para
lavarlo a él, pero no cabía dentro, por más que empujaba se me quedaban las
piernas colgando y él mismo decía que se sentía un poco encogido así que no
tuve más remedio que dejarte sólo para el lavado de ropa. Si tú me fallaras sería
imposible seguir mi ritmo de vida, ya te lo digo yo, que no podría ni escribir
una línea, no tendría tiempo, a pesar de eso, he de reconocer que tampoco yo
soy una experta poniendo lavadoras, quiero decir, que yo poco froto, nada te
ahorro, yo cojo todo el montón de ropa y va para dentro de ese espacio mágico
que es tu estómago, sé sobradamente que me paso cargándote, por eso no me
extrañaría nada que esto de la gastroenteritis dominguera sea cierta y no se
trate tanto de un afán de protagonismo tuyo como de una verdadera enfermedad intestinal
causada por mi atiborramiento de platos de ropa rucia a la que te someto día
tras día.
Por eso, por tu
gran trabajo efectuado en todo este tiempo que compartimos he decidido que te
mereces un descanso, comprende que no puedo prescindir de ti, pero sí te voy a
preparar un espacio único en donde puedas recrearte y descansar desconectando
de este mundo laboral que te rodea. Te voy a comprar una cama, de esas con
colchón viscolatex, para que mientras nosotros descansamos tú también puedas
hacerlo. ¿Qué te parece? Será cuando cobremos, que este mes anda jodido como
para comprar colchones.
Y así fue como
convencí a la lavadora para que volviera a su trabajo y no pusiera tantos
remilgos a la hora de lavar las grandes montañas de ropa sucia que esperaban
turno para entrar en sus adentros.
Creo que este
artículo no me ha salido muy bien, está un poco manchado de la suciedad
estresante de la obligatoriedad sentida para su producción, creo que lo que voy
a hacer ahora mismo es cogerlo enterito y dárselo de postre a mi lavadora, a
ver si lo limpia un poco y me lo transforma en un texto brillante.
Isolina Cerdá Casado
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