viernes, 10 de mayo de 2013

En la cola del banco

    Estaba esperando a que me llegara el turno, tuve un impulso, algo bullía por dentro, ¿tenía un bolígrafo? ¿dónde podía escribir? Encontré esa pequeña libreta de pósits verdes. Así que allí comencé a escribir...

    Llevo tiempo andando por unos caminos tortuosos. No sufras, no hay tiempo para llorar a moco perdido. Hay permiso para sonreír y mostrar felicidad porque el tiempo triste ya pasó. No me llores hija, si yo estoy contigo. Estoy escribiendo esto para ti, porque si desaparezco me gustaría que aun sabiendo que yo no estoy esa sensación de soledad no sea demasiado grande. Cierra los ojos, siente que hay caricias para ti guardadas en el cofre de los recuerdos.
     Tú eres linda, tú eres grande, tú me llevas contigo, tú puedes bailar sintiendo el calor de mi cariño. Los sentimientos son eternos, ellos están contigo, y yo me los llevo conmigo. Hay palabras que tienen poderes mágicos, poderes eternos, fuerzas que traspasan a la muerte, que trascienden, que vuelan.
    Tú sabes que yo estoy feliz, siempre que tú estés espléndida, contenta, alegre. La vida es un paseo, es mejor que lo disfrutes, que sientas el aire fresco o cálido, que no malgastes tus minutos en llantos absurdos; llorar no es malo, el alma lo necesita, necesita gritar su pena, liberarla. Pero una vez fuera esas lágrimas hay que volver a encontrar las razones, la fuerza.
    Yo te he abrazado cada vez que he podido, cada segundo que aparecía un abrazo en mi alma para regalarte, yo lo dirigía hasta ti y te apretaba fuerte, con la intensidad de todo el amor que yo siento por ti.  Vuelve a tus sueños, ¿qué quieres conseguir? ¿qué es lo que te haría feliz? Vuelve a ello. Cuando eras niña siempre estabas sonriendo feliz, una energía arrolladora lo envolvía todo, explosionabas, y jugabas constantemente, cualquier pequeño objeto servía para participar en tu juego simbólico. El tesoro de la imaginación lo tienes dentro de ti. Vuelve a él. Tus tesoros interiores nunca te los van a arrebatar, los llevarás contigo siempre, pero hay que saber volver a ellos.

    Te quiero, te quiero tanto que me ahoga pensarme lejos y no poder cuidar de ti. Y de tu hermano lindo, del príncipe precioso, del gran hombre potencial, del que habla con corrección y madura a pasos agigantados. Amaros siempre, mis niños queridos.

    Volví a casa, preparé la comida, un guiso de costillas, hoy la peque se iba al zoo y tras dejarlo todo listo y preparado, tras bailar con la escoba y la bayeta, me senté frente al ordenador y transcribí todo aquello que me había inspirado el ambiente de un banco atiborrado de gente. ¿Qué hubiera escrito de haberme ido a un parque tranquilo y haberme sentado frente a un lago lleno de patos flotando felices? Tal vez no hubiera necesitado escribir, me hubiera bastado con respirar profundo.


Isolina Cerdá Casado


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