¿Por qué tal día como hoy pienso en eso? De pronto empecé a ver una sucesión de rostros sin vida, rostros de personas que había conocido, de personas que habían caminado conmigo, a mi lado, transitoriamente o desde siempre, y entonces tuve un lapsus, me quedé parada, bloqueada mentalmente, un instante de vacío y silencio. Cuerpos sin vida, sin alma, lo que los hacía especial había desaparecido, y lo que amaba, admiraba o simplemente respetaba, ya no estaba, sí estaba su cuerpo, su físico enfermo, pero el verdadero pulso vital se había ido.
El cuerpo es el contenedor de un alma, ella lo posee y le da sentido. Pero, ¿a dónde se va el alma cuando sale de él?
Se queda, está en otras almas, el alma no se va, no muere, un trozo de ella se queda, se reparte entre las personas que caminaron con ella, que la abrazaron, que la supieron ver en profundidad, más allá de un cuerpo físico.
Cuando mi mamá murió escribí un texto, en él decía que ella no se había ido realmente, que seguía aquí, que estaba en nosotros.
Pero he de reconocer que el alma que encarna un cuerpo de vez en cuando echa de menos abrazar a otra alma encarnada en su propio cuerpo, entonces escribe: echo de menos el calor de tus abrazos carnosos, el tacto de tu mejilla angulada, tu pelo blanquecino y grueso, tu regazo envolvente, tu manita sin dedos, tu mirada.
Isolina Cerdá Casado
No hay comentarios:
Publicar un comentario