Todo comenzó con las cenizas, todo se inició en lo negro y oscuro de lo perdido, los últimos resplandores luminosos indicaban que había ardido hasta lo indecible. ¿Qué quedó de aquel objetivo indiscreto que ponía la mirada en los rincones más desapercibidos del mundo? Tras su paso el interés por la vida renacía. Pero si ya no está, ¿qué pasa con el mundo casi muerto por ignorado?
¿Qué quedó de aquel amor apasionado que platónicamente te llevó hacia el mundo desconocido del erotismo? No quedó ni tan si quiera el resto de calor de aquella caricia imaginada tras el cruce de miradas llenas de deseo prohibido.
¿Qué? ¡Qué! Que no quiero que se queme nada más, que no quiero ver más ascuas que llegan de un pasado lejano, que quiero que los restos de vida sean caricias que vuelven, abrazos intensos que retornan de guerras brutales, pero vuelven, que quiero tenerte siempre para no tener que recordarte nunca.
Todo tiene un porqué, las cosas pasan por algo, pierdes para valorar lo que tienes e incluso para ser consciente de lo que tuviste. Que no tengas que ver cenizas para querer y recordar a aquel árbol que te dio sombra y te protegió del fuerte viento tormentoso.
Isolina Cerdá Casado
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