lunes, 7 de diciembre de 2015

La mujer que se cortó la trenza y le dio la llave al príncipe para que entrara por la puerta. Ahí acabó el cuento.






    A veces creo que soy un muñeco de madera, mirando al vacío, casi sin vida. La vida se ha ocupado de tragarse mi cuerpo, ahora mismo me siento llena de bilis y ácidos estomacales puramente salvajes, me rodean y empapan mis ideas con impulsos absurdos. No sé, no sé nada, solo sé que no sé nada de nada, que no me pregunten, que no sé nada, nada sobre sentidos, nada sobre razones, nada que explique el por qué suceden las cosas, no tengo ni idea. Sí que me siento capaz de soñar y creer en otros mundos posibles, olvidando la suerte que tengo de estar donde estoy, de tener lo que tengo, de ir a donde voy. 
    Abre esta caja, en la caja encontrarás una carta, en la carta unas letras ordenadas que forman palabras. Y te dicen que la vida es bonita, que la disfrutes, que bailes mientras puedas, que sueñes. La escribió un ángel, desde el cielo me mira, y sigue diciéndome que la vida es un regalo. Y yo me pregunto por qué, de dónde nace su convicción, de dónde surgió ese amor a la vida cuando la suya estuvo tan llena de dolor y dificultad. Era luz, tal vez ella tenía una luz especial que la iluminaba a pesar de todo, o que hacía que la crudeza de los hechos se cociera con esperanza y cambiara el punto de vista.
    Hay un dolor que no todo el mundo conoce, un dolor que no hay forma de cambiar, un dolor oscuro, sin esperanza, un dolor de vida  que por suerte solo unos pocos saben reconocer. Mejor que se mantenga oculto, que no se muestre, que si ha de aparecer lo haga lo más tarde posible, cuando ya se hayan dado pasos firmes y con sentido. 
    Allá, en el fondo del castillo hay una niña que imagina una historia y juega con los muñequitos del belén, es feliz, se la oye feliz, juega y ríe. En ese mismo castillo hay unos pájaros rojos que cantan, están enjaulados pero ellos cantan, no conocen ese dolor oscuro, no lo conocen. Tampoco las tortugas saben de él, me acerco y les pregunto: "¿A caso no sabéis de qué os hablo?", "No, querida, siempre hemos estado metidas en esta piscinita pequeña, no conocemos otra cosa". La reina pasea por el castillo, se asoma a la ventana, ya no tiene que tirar su trenza, la cortó, el rey entra por la `puerta, tiene llave, ya no es un misterio, lo quiere, duerme con ella y la deja dormir. La reina está cansada de oír siempre lo mismo, que la vida son dos días. Hacía mucho tiempo que esa reina no se reía. Entonces decidió que debía hacer algo. Decidir ya era dar un paso importante, últimamente solo se deja llevar por la corriente del río que rodea su castillo.

    ¿Qué te pasa? ¿No sientes el impulso? ¿Estás vacía? ¿Llena de miedo? ¿Estás cansada? En el fondo de esa cabeza hay un poto, está Margarita, la señora Mcdonall y Mercedes, también está Isabel, ella habló, escribió y tiene que seguir haciéndolo. Por lo tanto, estás viva, con impulso, llena, activa, llena de mil historias.

    Pronto volverás a contar un cuento. 

    Isolina Cerdá Casado
    

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