En la sala de espera de Cirugía, sentada en una incómoda silla que se tambalea a cada movimiento de la gente que se levanta o se sienta según su conveniencia. En ese tambaleo soy testigo de múltiples situaciones familiares, personales, humanas en definitiva. Lo de mi padre no es grave en principio, lo sería si no se actúa a tiempo. Una chica joven le dice a un señor de unos ochenta años que si alguien te agrede verbalmente no tienes que responder agresivamente, " es importante no ponerte a su nivel". Me pregunto si es que se lo decía al hombre autoconvenciéndose así misma. Al poco la llamaron, era ella la que iba a ser intervenida. ¿Era su padre?
Nada más entrar en la sala una mujer de unos sesenta le decía con un tono muy alto, a la que luego resultó ser su hija, que ella a los siete años ya estaba trabajando en la fábrica y ahora con veinte años no saben lo que es eso. Los padres miman tanto a sus hijos que los hacen ser unos inútiles. La mujer era muy gruesa, llevaba unas gafas de pasta con un denso cristal, su rostro tenía unas facciones en las que se habían fijado unos gestos de enfado con la vida. Unas mallas negras con una camisa floreada cubría su cuerpo. Un pañuelo morado caía sobre los hombros. Su pelo rizado corto con un rubio de tinte forzoso. Zapatos ortopédicos y un gran bolso que apretaba contra el vientre al hablar. La hija iba muy pintada y arreglada, vestida de un modo muy cuidado. Tenía carácter, hablaba con gestos contundentes que reforzaba con los brazos.
Había personas solitarias, que leían, miraban el móvil o escribían. Esa última era yo.
La mujer de pelo rubio que había trabajado desde los siete años se levantó con dificultad al escuchar su nombre por megafonía. Apenas podía caminar. Su hija la acompañaba y la mmujer se sostenía de ella cual bastón.
Esta noche he dormido bien, no he soñado con centrales nucleares.
Otra operación.
Qué pasa cuando no hay un brazo al que asirte o un oído que te escuche, o una mirada que te entienda. Supongo que entonces el ser humano se vuelve loco.
O no.
Escribir en el móvil es complicado. Lo dejo,
pero sigo mirando a través de la ventana de la sala de espera, afuera el cielo se ve azul.
Isolina Cerdá Casado
viernes, 18 de diciembre de 2015
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