Por favor, ¡ya estamos en noviembre!
Bueno, empiezo a escribir sentada en la sala de espera del médico, y lo hago con un ansia desmesurada. Todo comenzó el día que probé por primera vez el patinete de mi hijo. Uy, qué subidón de velocidad, solución para seguir aprovechando hasta el último minuto de mi tiempo y salir justísima de casa pudiendo llegar a tiempo a los sitios. Total que el susodicho patín era empleado por una madre que siempre va corriendo a buscar a sus hijos al cole, solo había un patín en casa así que se lo iban turnando mis dos hijos. Mi hijo me pedía que se lo llevara al cole, porque de este modo la vuelta a casa la hacía en patín. Recientemente los tíos regalaron un patinete a mi hija, así que ya disponemos de dos patines. Esta semana voy a recogerlos al cole subida en patín y llevo otro patín colgado del hombro. El domingo pasado, 8 de noviembre, fuimos mi hija y yo a comprar unas cosas, y le propuse que fuéramos en patín, cada una con uno. Ella, de siete años, me decía: "mamá, la gente te mira raro".
-No importa cariño, lo estamos pasando genial.
Pues bien, lo que ha inspirado este texto ha sido la siguiente situación. Hoy 10 de noviembre tenía cita en el médico a las 9:35 horas, llevé a los niños al cole, entran a las 9:00 cada uno fue con su patín y yo corriendo, ya que salimos justos de tiempo, como de costumbre. Volví a casa a las 9:15 y decidí sacar a la perrita a que hiciera sus cosas, a las 9:30 estaba llegando a casa. Y pensé: "¿Cómo voy a llegar a tiempo a mi cita médica?" Respuesta mental: "Coge el patín querida". Eso hice. La mujer que limpia el portal de casa me vio salir a toda velocidad cargada con el patín. "¿Que haces? ¿A dónde vas con el patinete? "Al médico Nieves, que no llego". No me paré a mirar su cara, no había tiempo.
Iba yo a toda velocidad por la acera que bordea un centro comercial llamado Leganés Uno, cuando de pronto me encontré con una barrera humana, tres mujeres frondosas estaban alineadas todo lo ancho de la vía peatonal, iban en la misma dirección que yo, quedaba un huequín por el que pensaba atravesar. Pero cuando la que mejor oído tenía de las tres se apercibió de mi proximidad les dijo a sus otras dos compañeras de paseo mañanero en pos de Jeová (llevaban la revista a cuestas) que se hicieran a un lado "que viene una joven", dijo concretamente. Me alegró escuchar esas palabras, cuál no fue mi sorpresa que cuando pasé por su lado, la que me había echado tal piropo corrigió su afirmación, "pues no es tan joven". Toma ya, fue una afirmación impresionante, ese tipo de cosas sinceras que solo dicen los niños, los borrachos o las personas mayores que hablan sin limitaciones. Era cierto, 42 años no es precisamente una edad en la que una se considere joven, o sea considerada como tal, sin embargo, el efecto de su afirmación no me hundió en la miseria, al contrario, estaba haciendo algo que era atribuido a una joven, por más canas que tuviera, por más arrugas que dieran profundidad vital a mi rostro, por más larga que hubiera sido mi trayectoria vivencial había algo claro y contundente: Yo iba en patinete.
Estos son tres hombres, que me encontré a la vuelta del médico, que también me abrieron un hueco para pasar, lo hicieron sonrientes. Las mujeres eran mucho más frondosas.
Entonces pensé que muchas veces dejamos de hacer cosas porque no son apropiadas para nuestra edad, porque ya no corresponde, porque los años no perdonan. Sin embargo qué gusto da ver a un señor mayor en bicicleta, o corriendo, o a una mujer bailando zumba y montando en patinete. Justo cuando estaba escribiendo este texto, la mitad del mismo, el resto lo estoy terminando en casa, con la lavadora puesta, la mesa recogida y la comida en marcha. Pues como digo, a la vez que tenía la sonrisa de lo que me acababa de pasar con estas señoras, otra mujer mayor, bueno, tal vez no fuera tan mayor, aparentaba por la voz tener unos setenta, pero solo escuchaba su voz y lo que decía, esta mujer, fuera como fuera, le contaba a otra todo lo que le pasaba, que cuántas cosas había superado, que estaba con depresión, que le habían operado de la rodilla, que día sí y día también se lo pasaba en la sala de espera del médico, que vaya vida más dura esta, que no paraba de luchar, que su hijo estaba en el paro, que no había manera de que encontrara trabajo, que... Por un momento pensé en levantarme y ofrecerle el patín de mi hija. "Señora no tan joven, ¿quiere usted darse una vuelta? Tal vez tenga la suerte de que alguien le ceda el paso pensando que es una joven alocada que va con su patinete y por un instante deje de pensar en la dura vida que ha llevado y rememore la sensación de sentirse joven, su mente se abrirá, dejará a un lado la rodilla enferma, mirará al cielo y pensará en la intensa vida que lleva".
Isolina Cerdá Casado
Ya de vuelta a casa, seguía con la sonrisa en el rostro.
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