jueves, 5 de noviembre de 2015

Isolina y los laureles.


        El verde del laurel resplandeciente, el verde esperanzador que tiene que inundar el mundo porque al final llegan las oportunidades, si yo celebro esa posibilidad atraeré hasta mí todo lo bueno. Celebro que por fin ha llegado el día, el día de cogernos de las manos y girar en círculo, de movilizar la energía positiva, esa que atrae lo bueno con sonrisas gratuitas. Nunca debemos dar la batalla por perdida porque entonces será una derrota anticipada. ¿Eres capaz de disfrutar ante un radiante amanecer lleno de nubes? ¿Puedes ser feliz con solo pensar en serlo? No te olvides nunca de que lo bueno atrae a lo bueno.

    Confidencias escritas en una libretita: Cuando era niña me parecía que tenía un nombre muy raro. Lo cierto es que Isolina no es un nombre muy común, sí, siempre dudé acerca de su belleza e incluso puse en duda que fuera un nombre adecuado. No podía decir lo que pensaba, mi madre se llamaba así y la abuela paterna de mi madre también, de hecho un recuerdo añorante de hijo huérfano fue el responsable de rescatar a Isolina y hacerla nuevamente presente en el árbol genealógico. Es verdad que nadie me había dicho que fuera un nombre feo, pero creo que no era muy de agrado de la gente, tal vez por lo raro del mismo. Yo no había compartido esas impresiones acerca de mi nombre con nadie, solo eran pensamientos muy internos, intimísimos. Un día una profesora de Expresión Oral me dijo que tenía nombre de Hada. Mi mente se engrandeció, sentí que suspiraba por dentro ante la belleza de sus palabras. Desde entonces voy como volando por el mundo, camino por la vida ayudada en cierto modo por ellas. Si Isolina era un nombre de Hada, eso significaba que debía tener algún tipo de parentesco con ellas, o mejor aún, que mi madre y mi bisabuela materna habían sido hadas también. Resultó para mi sorpresa que yo siempre había sido especial pero nadie me lo había dicho antes, hasta aquel día en el que todo cambió.
    A veces alguien te tiene que ayudar a abrir los ojos para poder ver más allá del horizonte.


Isolina Cerdá Casado

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