La vida avanza, transcurre, está pasando, ellos corretean, ellos son felices, y yo estoy bien, me siento feliz. Dejaré a un lado esos momentos en los que me invaden las dudas, en los que me faltan las fuerzas; los tiempos tristes en los que siento que algo me falta, en los que pienso en las cosas negativas y me olvido de lo importante, de todo lo que tengo, todo lo que me rodea, tengo rosas blancas que se abren ante mí para recordarme que la vida es circular, que todo pasa, y todo vuelve, que todo tiene un sentido y una razón de ser. Y no se trata de querer, ni de poder, ni de saber, ni de estar dispuesta, no, se trata de todo eso junto más un interior lleno de algo, la chispa de la necesidad. Y ahora, hoy, en este instante preciso siento que estoy, veo la luz, siento una extraña paz, porque al saber lo que uno quiere se puede sentir tranquilo, al menos sabe hacia dónde dirigirse, sabe qué color tienen sus sueños.
Mis sueños tienen el color de las fambruesas, estas me las dio el frambueso que mi marido plantó en una gran maceta de nuestra terraza, y las mezclé con las moras e hice una mermelada deliciosa para llenarme de energía en las mañanas de mi vida arrastrada; tantas veces siento que me arrastro que hoy me siento ligera de más. El sentirse así es muy duro, tener la sensación de que te levantas pero te obligas a desplazarte, a llegar hasta el baño, a echarte un montón de agua en la cara para ver si retornas a la vida consciente y te aparcas definitivamente de ese mundo onírico repleto de pesadillas que inundan tus noches de intranquilidad. Pero hoy, hoy todo parece distinto, y aunque soy consciente de que puede tratarse de algo transitorio, voy a disfrutar de esta sensación de frescura, de aliento esperanzador. Yo puedo, puedo, puedo.
Y esos zapatos gastados, esas macetas que un día estuvieron llenas de esperanza y de cuerpos fuertes tendrán su sentido, en ese desgaste está la energía, el rastro de la vida, de las pulsiones, de la fuerza que un día tuvieron nuestros sueños, cuando estrenamos esos zapatitos y comenzamos a caminar por la vida, sin saber, sin ser conscientes de esa totalidad que somos, de sueños, impulsos, dolores, recuerdos, afectos, conflictos. Lo grandes que podemos llegar a ser, con simples gestos vivos y sanos, repletos de corazón y buenas intenciones.
Si alguien está en un mal momento debe saber que todo es transitorio, tan transitorio es ese dolor que siente como la felicidad chisposa que siento yo en este momento, porque nunca se sabe en qué punto de tu vida cambiará la perspectiva vital.
Isolina Cerdá Casado
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