lunes, 13 de abril de 2015

Foto inspiradora.

    Parece que fue ayer pero no fue ayer, fue hace mucho tiempo. La vida pasa sin apenas darte tiempo. Sí, vale, ya lo sabemos. Beberé un trago de agua, creo que lo necesito. Siento que la garganta se me seca por momentos, se convierte en un árido desierto impracticable que no me deja articular palabras, no tiene la culpa la garganta en sí, la responsabilidad está en preocuparme en excesivas cosas, como si eso cambiara en algo su estado objetivo. Mi subjetividad me hace sufrir. Como si se tratara de un cuchillo de cortar pan, lo mismo siento que sentiría el pan recibiendo los cortes, así está el interior de esa garganta enmudecida. 
    El oso no dejaba de sonreír, todavía me pregunto por qué narices no lo tomo como referencia, al menos la expresión impertérrita de su cara, con esa sonrisa cosida. Es como un bote lleno de leche condensada, no puedes pensar en un bocadillo de chorizo sino en algo dulce. Hay tantas cosas que podría empezar a cambiar. Me digo a mí misma que voy a empezar a limpiar más, a dedicarle más tiempo a coger el limpia cristales y a pulverizarlo por las superficies acristaladas de la casa, al fin y al cabo tengo un casa muy bonita, si encima estuviera limpia sería mucho más acogedora. Tampoco hay que obsesionarse, al fin y al cabo te vas a morir igual. Aunque no es lo mismo mirar hacia el mueble, una vez te ha dado esa especie de patatús o lipotimia, y ver una capa de polvo posándose sobre él con todo descaro, e imaginarte a los del Samur, digo yo que vendrían a rescatarme, pasando un dedo por el mueble y comprobando que esa mujer que ha caído rendida ante los sinsabores de la vida, y está casi muerta en el suelo del salón, apenas dedicó cinco minutos de su vida a quitar el polvo de esos muebles reciclados. "Se habrá muerto de aburrimiento, con lo divertido que es limpiar y en lugar de eso se habrá dedicado a sabe dios qué cosas improductivas, como escribir o memorizar un texto teatral".
    Pero qué tonterías estoy diciendo, ¿quién iba a llamar al Samur? ¿mi perra Leia? Es lista pero con sus patitas dudo mucho que pueda teclear en el teléfono ningún número. Tampoco te imaginarías a un oso de peluche cogiendo una vela y queriendo encenderla por la emoción de ver cómo se desgasta poco a poco. Sería tan absurdo como imaginarse al hermano de Chewbacca animando al oso a encender la vela. El oso no puede articular sus dedos, así que no podría darle al mechero. Qué importante es tener dedos. Solo se aprecia cuando uno tiene que hacer cosas con ellos y no los tiene. 
    ¿Estás ya mejor? Bueno, estoy contenta porque he tenido algún lector de Rusia, eso me ha hecho imaginar que un texto mío ha sido leído por unos ojos que estaban muy lejos, un alma tal vez se emocionó o empatizó o se puso en el lugar de mi alma inspirada. Y entonces ese hecho positivo ha animado a mi yo creativo a ponerse a teclear, pero como no lo tenía claro he hecho una foto, y me he propuesto escribir a partir de una composición. Le cogí el peluche a mi hija, la vela estaba al lado del oso, el vaso de agua en la cocina, acababa de beber, de hecho lo voy a volver a hacer antes de continuar. El cuchillo lo cogí del cuchillero y el bote de leche condensada estaba sin guardar, apenas modifiqué su posición original, me acababa de tomar unas fresas con leche. Qué suerte tengo, me siento afortunada, es bueno valorar esos pequeños detalles que te da la vida. De momento el del Samur no ha tenido que venir, es buena señal, pero quién sabe si no vendrán mañana. No, no voy a limpiar el polvo. El cristasol estaba también en la encimera, por la mañana había estado utilizándolo, lo utilizo de vez en cuando, no las veces suficientes solo las imprescindibles, que al no ser las suficientes siguen acumulándose motas de polvo en lugares insospechados. Hoy no estoy triste, aunque hace mucho aire, ya sé que una cosa no tiene que ver con la otra pero en ocasiones apenas es una brisa la causante, bueno más  bien el detonante de la explosión, del desahogo. No, hoy no es uno de esos días, no hay ni una triste nube en el cielo, pero se escucha al viento rugir eso bastaría para ponerme a llorar en otro momento. Mi amiga sigue enferma, la mujer de mi amigo, del amigo de mi madre, del amigo que es casi tanto como si estuviera hecho de mi sangre, como si tuviéramos sangre familiar. Sin embargo hoy me encuentro con más fuerza, una fortaleza en el alma que debería analizar, si todo está más o menos igual por fuera, qué ha cambiado por dentro. No lo sé. También he empezado a escribir pensando en la deuda pendiente, pero a pesar de ese impulso no he podido corresponder a mi promesa, sigo debiendo un texto positivo, muy positivo, mucho más que el que le ofrece a una la imagen de ver al oso intentando encender la vela. Un texto positivo que te anime a calzarte las zapatillas y salir a correr, o a poner música y dejarte llevar. ¿Cuánto tiempo hace que no me dejo llevar por ella? Mucho, querida, mucho. Pues muy mal. 
    Bueno, aquí lo dejo, lo dejo porque no me sale nada más, lo dejo porque me duele el cuello y no tengo necesidad creativa ahora mismo, al menos no lo suficientemente grande como para paralizarme y no poder hacer otras cosas más que escribir.

Isolina Cerdá Casado



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