viernes, 30 de mayo de 2014

Estado, noticias, asesinatos, dibujos tiernos y cariñosos, niños, futuro, educación, amor.



    Yo no me daba cuenta, iba a  ser su último suspiro. Hablábamos de cosas sin apenas trascendencia, y sin embargo lo que estaba pasando era lo más trascendente. 
    Hoy escribo entre suspiros añorantes, de esos momentos en los que no me daba cuenta. Tal vez porque si me hubiera dado cuenta no hubiera sido posible vivir con esa naturalidad que tiene la vida. 

    Ayer unas imágenes golpearon la paz, esa paz interna que uno tiene en ocasiones contadas. Vi las imágenes desde la distancia que te da la pantalla de un televisor, en el que no se escucha el rumor del viento callado ni el frío de la carne muerta. ¿Carne? Así es como las debieron ver sus captores, esos que las violaron y las colgaron del mismo árbol, a dos niñas, de doce y catorce años. Y entonces ellas mueren y se convierten en testigo del alma negra. 
    Piensas, ¿acaso esos hombres no tuvieron una madre? ¿desconocen el amor que despierta un hijo? ¿no se han enternecido jamás por ver a un sobrino gateando o a una hermana riendo? ¿En su naturaleza estaba el mal o es que las circunstancias fueron las causantes de que no hubiera empatía? ¿Es una locura colectiva la que se encarga de vendar los ojos al corazón? ¿alguna vez latió emocionado? ¿qué lo hizo detenerse en seco y pasar por algo los gritos de dolor? 

    Están lejos, pero a su vez están tan cerca. Muerta, lapidada, piedras lanzadas por su propia familia, por haber tomado una decisión acerca de su vida: casarse con quien ella quería. La mataron por salvar el honor de la familia. Triste, muy triste. 

    Muertos porque alguien no pensó que sus actos iban a ser causantes de una gran tragedia, bebió, tal vez como siempre, pero en aquella ocasión su furgoneta se llevó por delante el coche en el que viajaba una familia, unos padres felices con sus dos hijos, los hijos murieron. 

    No siempre hay una explicación, es verdad, las cosas suceden y ya está, es cierto, pero, y si ...

     La inocencia es el mayor tesoro, los niños son el futuro, ellos son la verdadera esperanza, en esos corazones están instaladas las semillas de los grandes hombres y mujeres que lograrán cambiar el mundo, o al menos cuidarlo y mantenerlo, necesitan mucha agua y nutrientes procedentes de la educación, es necesario mucho sol y calor procedentes del amor y el cariño de su familia. La sociedad ha de ocuparse de que haya caminos con limpios horizontes esperanzadores. ¿Cuesta tanto darse cuenta? 

Isolina Cerdá Casado


   

   

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