lunes, 19 de mayo de 2014

Arte


    El arte del que quiero hablar en este artículo utiliza este tipo de herramientas, aunque fundamentalmente voy a escribir sobre el momento concreto de la inspiración creativa que se apodera de las manos del artista, que hoy es protagonista en esta historia de pelos alterados por el huracán que se gesta en el interior de su cabeza cuando se pone manos a la obra con una cabellera. 
    Primeramente reconocer que tengo una especie de animadversión hacia las peluquerías, supongo que todo comenzó aquella vez en la que siendo una jovencita salí de una transformada en una especie de mujer rizada, con la que no me sentí en absoluto identificada, imagino que el choque de ver ese pelo lacio mío transformado en un abultado mantel rizado me marcó para el resto de mi vida. Pocas han sido las veces que me he sentido realmente "bella" al salir de uno de esos laboratorios. Por lo tanto el hecho de que escriba este artículo sobre un peluquero es muy significativo, algo grande he debido ver allí, en Javier Mas Peluqueros.
    Este hombre no es un peluquero al uso, las veces que lo he visto trabajar me he dado cuenta del duende que baila en su mirada cada vez que se concentra en realizar una de sus creaciones. Javier Mas tiene un talento natural, le sale, es como Miguel Ángel que solo tenía que quitar lo que le sobraba al pedazo de mármol sobre el que esculpió a su David. A este hombre le pasa eso, se pone a trabajar con una cabeza y parece que solo se trata de cortar aquello que sobra, o de dar la forma que ya estaba previamente perfilada en algún lugar de su mente. 

    Él nació con ese talento y tiene la suerte de poder ejercerlo y desarrollarlo en su pequeño centro de operaciones, una peluquería que lleva con su mujer, la artista del maquillaje, y cuyas numerosas clientas fijas son la muestra más clara del buen funcionamiento de su trabajo.
     Le dije: "mira, antes de peinarme quiero que me hagas un corte de pelo de los tuyos". En menos de diez minutos me hizo un corte de pelo espectacular, como el que pinta un cuadro, o interpreta un texto. También es un arte efímero el suyo, porque el pelo está en continuo crecimiento y eso hace que los peinados no duren lo que muchas veces nos gustaría, es un ser vivo, y Javier hace que tras peinarlo siga estando vivo, lleno de energía, brillo y forma. Lo más importante es que yo, la mujer a la que no le gusta nada adentrarse en esos espacios, he perdido el miedo. No todo el que ejerce la profesión de peluquero tiene el talento creativo suficiente. Quiero reconocer aquí el trabajo de este crevillentino que ha conseguido atenuar mi fobia a entrar en una peluquería, y qué mejor muestra que una imagen de su trabajo sobre mi cabellera.

    El arte está repartido por muchos lugares, nos rodea, hace que la vida sea más bonita, llena de belleza la mirada, ayuda a expresarse al alma alterada y a identificarse con él, y sentir que algo de él nos está tocando por dentro. Es tan importante reforzar de vez en cuando el trabajo creativo, o mejor siempre y en todo momento. Javi mira tu cabeza, y entonces imagina lo que va a hacer, lo ve, sabe lo que tu alma espera ver, y pone su talento al servicio de la mujer temerosa, dudosa, o de la mujer fuerte y alegre. Está seguro de lo que hace, porque son muchos años trabajando, creando, embelleciendo. 
    Yo estaba estresadísima, muy cansada, veía muy difícil conseguir alcanzar una imagen en la que me sintiera guapa y a gusto conmigo misma. Ella me maquilló, con mucho arte, me sentí cómoda y guapa con la cara pintada, cosa difícil porque nunca me maquillo. Él me peinó. Con su mirada concentrada, con la visión del artista, con ese talento dirigiendo sus manos, e hizo arte. Mi tía me miraba, la nancy también, el espejo me piropeaba ¿o era yo? No lo sé, simplemente me sentí bien, feliz, y por qué no decirlo: guapa. 

Isolina Cerdá Casado



    


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