Más de una vez, más de una vez he escrito sobre este día, sobre esta noche, sobre el día siguiente...
El día 31 de octubre del año 2001 estaba en un escenario, mi casa enlutada, de verdad, el cuerpo de mi madre se encontraba en una cámara fría del tanatorio de Elche, porque al día siguiente la incinerábamos, tal y como ella quería. Mi tía de Galicia vino al teatro Chapí de Crevillente, ella nunca me había visto actuar no me reconoció, ella estaba también muy triste pero entendió, respetó y me acompañó en aquella representación que llevábamos varios años repitiendo cada 31 de octubre. Estaban todas las localidades vendidas, no se podía suspender y no había cover para doña Brígida. Hice lo esencial para que la obra pudiera seguir adelante y me marché justo antes del entierro de doña Inés. Supongo que aquella afrenta confirmó que esa sangre que corría por mis venas estaba llena de respeto y responsabilidad actoral. En la memoria de aquellos días también estaba mi hermana, que murió un 26 de octubre del año 1990.
Y hoy, 31 de octubre del año 2017 aquí estoy, en mi casa, sentada en la cocina, con un silencio roto por el ruido del lavavajillas, con muchas cosas por hacer, pero dando rienda suelta a esta necesidad imperiosa de escribir. Hace unos días saqué esta foto, allá al fondo sentado en un sillón hay un señor, un hombrecito, abuelo, padre, un señor mayor, que también tiene esos recuerdos en su haber. Está leyendo, concentrado, mirando a través del libro negro. Hay un rayo de luz que justo pasa por encima de su cabeza, iluminando con reflejos claros ese pelo blanco de vida. Frente a él una mesa llena de trastos, una casa amarilla llena de más trastos, unas almohadas que esperan a la noche para situarse sobre el sofá cama...Ese rayo de luz, ese rayo de luz es el que tenemos que ser capaces de ver cuando la oscuridad se cierne sobre nuestras cabezas.
Hoy él estaba triste, se ha acordado de mi hermana, se ha acordado de mi madre, y ha empezado a despotricar contra la quimio y los medicamentos. No me he puesto a llorar con él, es raro porque últimamente lloro hasta contagiada por las legañas de un pez, y tenemos varios. Pero no, le he explicado que la quimio quería matar al bicho, y que poco a poco, con investigación se conseguiría que no hubiera daños colaterales. Ha desayunado tranquilo y se ha ido a dar un paseo por el parque.
Al hablar con una amiga a la cual le he contado parte de esa conversación y la acumulación de recuerdos tristes de esta fecha, ella me contó sus propios recuerdos; también para ella eran tristes, tal día como ayer su hermana entraba en el hospital y no volvió a salir, justo hacía un año de ese ingreso en el hospital.
En realidad yo quería escribir sobre mi particular fiesta de los muertos, en los que hoy iba a recordar a esas personas maravillosas que transformadas en otra cosa nos observan desde la distancia, superando esa parte emocional y de apego. Supongo que en un mundo globalizado hay que aprender también a ver el lado festivo tan típico en algunos países sudamericanos, no he estado en México pero recuerdo una exposición en el museo antropológico de Madrid que me fascinó respecto a esa visión del día de los difuntos.
Hoy la fuerza del Cantábrico se tiene que llevar la pena, y la tiene que transformar en fuerza, en luz, en energía vital, por haberlos tenido un tiempo cerca, por haber podido caminar a su lado, por haber escuchado sus gritos, sus risas, por haber sentido la fuerza de sus abrazos, la visión irónica de las cosas, su canto mariachi, por haber probado su caldo gallego, o sus dulces espectaculares y sus "qué feito" tan bonitos con su pelito corto, o las paellas de mondongo aderezadas con su cariño y su sonrisa, o su manita especial con la que cogía el bolígrafo y escribía como si fuera una doctora del alma, o su locura sensible que acariciaba tu cuerpo de niña, o las fotos de cada rincón del pequeño mundo que descubría, o el chocolate chaparro que nos ofrecía, o esa mirada directa al alma que te entendía...
Sois tantos y tantas las luces de mi vida...
A mi madre, a mi hermana, a mi tía Conchi, a mi tía Rosa, a mi abuela Asunción, a mi tía Asunción, a mi amiga Milagros, a mi amigo Diego,...a todos aquellos que han pasado por mi vida y cuya luz sigue aquí, en mi corazón...sois alma.
Isolina Cerdá Casado
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