Una foto, dirigí el objetivo hacia el dedo, mi dedo, había mucha luz, estaba en la calle, y la cámara del móvil captó la sangre, captó el fluido vital. Fue una señal, a veces ocurre, no vas buscando nada y sin embargo lo encuentras. Tal vez mi sangre brillaba demasiado, y traspasaba carne y piel, era coqueta, quería que la captara la cámara, quería ser libre. Tómame, anda, loco objetivo, alocada escribidora, toma mi imagen y déjate inspirar.
Hoy conducía mi coche, de vuelta del cole, de dejar a los niños en el colegio. Había mucha niebla, un ambiente otoñal típico, en el que el frío, las hojas caídas y la poca visibilidad te llevaba a lugares en los que la vida pasa de lejos, como siendo observada por unos ojos curiosos sabedores de que algo tienen que hacer para colaborar con el mundo. Mi mente volvió a lo de siempre, la escritura. Un señor se acercaba a paso lento al borde de la carretera, se disponía a cruzar el paso de peatones. Yo circulaba muy despacio y me detuve con tiempo suficiente para verlo llegar despacio, y cruzar con cierta dificultad, tenía algún problema físico, no sé de qué índole, si accidental o enfermizo, transitorio o permanente. No sé, el caso es que caminaba con dificultad, su pelo era blanco, caminaba solo pero con determinación. Tal vez se estaba obligando a ello, en ocasiones nos falta el impulso y aunque no nos pasa nada físicamente (o sí en la mente) somos incapaces de caminar. Y este hombre lo hacía. ¡Qué tonta! De repente lo vi, era el ejemplo perfecto, el modelo a seguir, la conducta a imitar. Caminar a pesar de la dificultad. Cojeaba ligeramente, y el movimiento de su cuerpo estaba determinado por un ritmo marcado por una especie de contractura brutal que debía abarcar al menos la mitad de su tronco.
Tuve el impulso de pararme a un lado y preguntarle, a dónde iba, qué le pasaba, a qué se dedicaba... Quise saber más de su vida, de la vida de una persona anónima, era como si mi alma movida por una gran curiosidad trascendental quisiera saber más de él. ¿Cuál es tu secreto? ¿Qué te motiva? ¿Por qué te has levantado de la cama y aun a pesar de la dificultad te diriges a algún lado? ¡Tenemos tanto que aportarnos! No estamos solos, tal vez tu visión es lo que yo necesito escuchar, tal vez su ayuda es lo que necesitamos.
El otro día estuve tomando café con unas personas a las que no conocía, llegué hasta su casa por mi marido, por la afición común a los pájaros. Grandes personas, que se sinceraron, que compartieron sus miedos, y también su valentía. A ella le acababan de diagnosticar un cáncer de colon, tenía miedo pero ella era valiente, tenía un buen diagnóstico, estaba localizado, era operable y no había metástasis. Ella dijo: "Le dije a mi marido que no quería escuchar un no, que yo ya había elegido el Sí, sí se puede, lo mismo que elegí cuando operaron a mi nieta a corazón abierto". Pues sí, sí, sí, como dijo Divaldo Pereira Franco en aquella conferencia maravillosa: uno puede enfermar pero tiene que tener una actitud saludable. Yo asentía, asentía, sabía muy bien de lo que estaba hablando, lo sabía casi todo. Yo un día pensé que no me quería morir, que me daba miedo la muerte, ese día también pensaba que si no tuviera hijos, o éstos fueran mayores no me daría tanto miedo irme. Pero eso es falso, no te quieres morir porque siempre hay algo que puedes hacer por mejorar el mundo, bueno y por más cosas claro. En fin, que hoy empiezo otro proyecto, y tiene que ser hoy, la imagen de ese hombre me ha impulsado, la llamada de mi padre también, palabras de apoyo a la creación, y ese sí maravilloso de la mujer valiente.
Isolina Cerdá Casado
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