jueves, 3 de julio de 2014

Sacos de patatas.

 La mujer estaba muy cansada, era como si tuviera que caminar arrastrando un saco de patatas en cada pierna, le costaba muchísimo, cada uno de los objetivos que se planteaba llevar a cabo eran oscurecidos por una cortina de preocupación constante. En muchos momentos actuaba como si no pasara nada, como si en realidad no arrastrara nada, como si no sintiera el peso de las patatas llenas de tierra. Pero en otros, en otros era muy difícil caminar a buen ritmo, aunque a su alrededor sonara una música, daba igual, ella no podía caminar con normalidad y se arrastraba. Solo la empujaba a caminar erguida su deber para con sus hijos, ellos no entendían de sacos que pesan y dificultan el desplazamiento. Ellos querían ser atendidos como siempre, como debía hacer una madre; era lógico, por qué iban a percibir esos martillos invisibles que golpeaban en la cabeza de su mamá, solo ella podía sentir los golpes, eran imperceptibles para la inocencia y las almas recién incorporadas al mundo. 
No, no, no, no siempre es imperceptible para ellos, los niños y niñas felices, desgraciadamente.
Esa mañana su hijo le había pedido que le hiciera un crepe de chocolate, y ella no tenía ningún entusiasmo por hacerlo, pero esos ojos de niño dulce la enternecieron y aligeraron en cierto modo el peso, así que apenas sin fuerza se puso a batir los ingredientes de la masa. 
Con cada baile de varilla iba sintiéndose más ligera, como si cada vez que movía la muñeca saltara una de las patatas fuera del saco, empezó a sonreír sin saber muy bien por qué, la idea de una patata saltarina  huyendo del encierro de un saco de tormento la emocionaba y le hacía mucha gracia. La sonrisa se fue haciendo sonora y las patatas iban saliendo enfiladas hacia el cubo de la basura, algunas se atrevían con la ventana y saltaban por ella hacia un cielo lleno de nubes de algodón. A medida que iba terminando la masa se iba sintiendo mejor, mucho más ligera, como si todas esas patatas hubieran desaparecido, tanto aligeró su peso que empezó a sentir que volaba. Pensaba en lo absurdo de la idea, pero a su vez también se sorprendía ante esa remota posibilidad, volar, solo había sido capaz de volar en sueños. Pero, ¿y si todo esto no era más que un sueño? ¿Y si su mejor amiga no hubiera muerto por la macabra actitud de un hombre ido? ¿Y si jamás hubiera llegado a saber lo que significaba la palabra cáncer? ¿Y si esto solo fuera una pesadilla de una niña que aún no conoce lo que te puede traer la vida con los años? 
Las patatas volvieron a su saco, con cada una de los interrogantes que su ligereza formuló en el alma retornaron al contenedor de los dolores, supo que era una mujer con hijos, lo confirmó el peso, lo confirmó la mirada sonriente del niño que le volvía a pedir sus crepes con chocolate. 
Terminó de cocinar los crepes y se comió uno sentada junto a su hijo, tuvo la sensación por un instante de que las patatas se habían vuelto a ir.

Isolina Cerdá Casado


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Semanal 1: Clic

Vamos, empieza ya, escribe, sobre lo que sea, oblígate, siéntate y dedica un tiempo a la escritura. Sabes que hubo un tiempo en el que la es...