domingo, 1 de septiembre de 2019

La voz y el aire



Estoy pensando, dando vueltas sobre eso, ¿cuál va a ser la voz de tu relato? ¿A quién dejaremos hablar? ¿Será el niño que caminaba con energía por la aldea? ¿El que corría por los montes? ¿El que miraba con anhelos de un hombre los sueños imposibles? ¿A quién le hablarás? ¿A un amigo desesperado? ¿A un hombre que no se imagina diferente? ¿O serás capaz de hablarle a él que desapareció en el abismo y cuya tragedia golpea tu alma en las noches oscuras y los días grises?
La voz nos debería atrapar a todos, debería llevarnos hasta un lugar de paz, donde las palabras acaricien a las almas atormentadas y que se vean reflejadas en los espejos rotos, que se recompusieron con loctite de amor tardío.
La vida es tan corta que es injusto el aire respirado con el alma llena de partículas de CO2, alma rota, herida, cansada de sufrir sin aliento suficiente.
La vida es sueño amargo y pesadilla viva, amanecer tortuoso, sonrisa libre, cántico nocturno, vómito frío, bosque que arde ante la pasividad de los que pueden hacer algo.
Los demás suplicamos pero parecen sordos, los valientes se lo gritan a la cara: "¡Sois unos cobardes! ¡haced algo! El aire no se puede comprar, aunque tengas mucho dinero para poder comprar un trozo de isla con árboles suficientes para respirar, no lo podrás meter en una caja porque es de todos.

Isolina Cerdá

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