domingo, 1 de septiembre de 2019

Feminismo hepático, mujer guerrera, luchadora incansable y harta, muy harta.

No, no soy perfecta, lo siento pero no lo soy. A veces estoy de mal humor, sin razón aparente, simplemente porque sí. Me huelen los pies, me tiro pedos y me hieren las cosas tristes que pasan aquí o allá. Me hace daño ver determinadas imágenes, reír con un feminismo estrangulado, con risa forzada, aun a sabiendas de que son chistes machistas cosificadores de la mujer. Yo soy mujer, tu hermana es mujer, tu hija es mujer, tu abuela es mujer, tu prima es mujer. Hasta tú eres un cachito de mujer. No sé si cada vez soy más consciente o si es que hay más cosificación.
Puede ser algo hormonal lo de estos días pero me siento atacada cuando veo una noticia de una violación, otra más, salió a correr, otra vez. ¿No tienen empatía? Yo sé que quien lea esto no tiene nada que ver con esa violencia machista, también sé que les duele. Pero es que tengo que gritarlo: ¡No somos objetos! Ni si quiera a un objeto se le trata tan mal, porque se rompe. Así estamos rotas. Alguien dijo que no estaríamos a salvo hasta que la agresión a una mujer no sea vista igual de horrenda como el canibalismo, y que eso era una tarea educativa, no solo en el colegio, en las familias, en la misma sociedad. El canibalismo machista acabará con la mujer. En muchas ocasiones hemos sentido que nos habían cortado las alas. Lo que no sabían era que éstas se regeneran con el impulso floreciente de la libertad, es cosa del feminismo hepático.

Isolina Cerdá

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