Empezó a caer, casi sin darse cuenta una lágrima que recorrió su mejilla, llegó hasta su boca, se la volvió a tragar.
La servilleta no fue necesaria, aunque por sus arrugas era evidente que alguien ya la había utilizado. ¿O era un pañuelo lleno de tristeza?
Isolina Cerdá Casado
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