miércoles, 15 de marzo de 2017

Taller escritura: "Mojas y comes, mojas y comes"





     Lleva usted mucho tiempo, lo sabe, sin apenas escribir nada en este rincón del mundo, por esa razón está ahora mismo sancionada, con la obligación de escribir sobre lo que sea, aunque sea de índole descriptivo, que en realidad siempre lo es ya que se escribe describiendo algo físico y palpable, una situación concreta o una percepción determinada y absolutamente subjetiva. No importa, da absolutamente igual, el caso es que sirva de algo la disposición de este espacio en el que lo único que se pretende es motivarle para escribir, según parece tiene cierto talento natural para ello. ¿Sería capaz de escribir algo que no tuviera que ver consigo misma? ¿Lo haría? Sin subjetividades, sin apreciaciones personales. Objetivo puramente, ir hacia el objeto en un viaje absolutamente fuera de su alma sensible. Hágalo, es necesario, para este espacio, un poco de objetividad.

    La mesa estaba abierta por un ala, tenía sobre ella un resto de desayuno, la niña había tirado unas cuantas gotas de leche al mojar a la vez un montón de galletas, el accidente de la mancha ocurrió justo en el momento en que dicha cantidad de masa tostada se acercaba hasta ese orificio lleno de dientes y en el que solía bailar una lengua juguetona. La humedad de las galletas hizo ceder a una parte de las mismas solapada ya con el baño de leche y la caída fue brutal, parte fue a dar al interior del vaso de cristal, con el que le gustaba desayunar a la niña,salpicándolo todo, el resto cayó sobre la mesa. Todo fue causa de un exceso de tiempo invertido en el baño de las susodichas galletas, estuvieron demasiado tiempo metidas en leche. Nadie se había molestado en limpiar la superficie de madera prensada. La madre había estado preparando los desayunos que los niños se iban a llevar al colegio y no se apercibió del manchurrón de masa láctea y las galletas que quedaron plasmadas sobre la mesa. La mesa se sintió incómoda, no era para menos, a nadie le gusta estar sucio.Pero, sin embargo, no dijo nada, nunca había hablado, porque si lo hiciera no sería una mesa normal, ya sabemos que las mesas no hablan, tal vez algún día empiece a contarlo todo y entonces... Madrecita de mi vida lo que puede salir de ese tablero con cuatro patas plateadas.



    Bien, le apruebo, trabajo realizado, pero sepa usted que lo que la mujer hacía mientras la niña mojaba las galletas dista mucho de la descripción, sabe perfectamente que la mujer emitió un grito muy predecible: "¡Te lo dije! ¿Ves lo que ha pasado? Si es que no se puede estar viendo la tele mientras se desayuna. ¡Mojas y comes! ¡mojas y comes!" Mientras la madre echaba una bronca de caballo a su hija, la niña estaba absorta pensando en lo guay que sería tener a un amigo como Doraemon. Mientras tanto las palabras de su mamá pasaban por sus orejas rozándolas con la fuerza del aire emitido con ellas, pero sin llegar a tocar ni por asomo al nervio auditivo de la pequeña."


Isolina Cerdá Casado


Lectura de este texto en el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=mDkhUoBn3T8&t=18s

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