martes, 12 de noviembre de 2019

Bolsas de mierda atadas con lazos bondadosos. Aunque tal vez habría que tirarla en el fondo de un volcán en plena efervescencia y luego echar una buena flema.

 
Iba camino a casa tras dejar a la niña en el cole, y entonces me encontré con el carrito. Un poco más y lo abrazo.


Eres una señal, sí, tú, carrito plateado, llevando a cuestas una escoba y un recogedor. Me miras. Yo también te miro. Qué bien me vienes querido. ¿Puedo hacer uso de tus cavidades? Dos concretamente, cubos dispuestos a recoger eso que no nos gusta ver pero que está plagando calles, caminares, transitares, vidas rotas, vidas truncadas, vidas que toman rumbos impuestos por la desidia. Te vas a venir conmigo.
Te voy llenando si te parece.
Mira, ahí un insulto gratuito. Pa dentro.
¿Lo has visto? Ese grupo de hombres, con gestos, con acciones, con palabras, agreden. ¿Metemos su furia, su ignorancia y su brutalidad en lo más profundo de tu bolsa negra? Porque negro es como se queda el mundo, porque el dolor es negro, aunque el negro no es feo, ni malo, ni gris. El negro es bello, porque tiene el mismo color que tú, es la belleza de los matices.
 Seguimos caminando. ¡Uy! ¿Lo has visto?
Está robando el coche. ¿Qué cogemos? ¿Nos apropiamos de su violencia, de su delincuencia barriobajera, de su mano larga? Hasta el fondo.
¿Qué hacen? ¿Lo has visto? ¿Qué problema tienen con los que vienen de fuera? Son pobres ¡Ellos también lo han sido! Emigrantes. El mundo es tan global como lo son tus prendas, que se tiñeron al otro lado del mar, que se trabajaron con manos que estaban allá, al otro lado del continente, con sueldos impensables aquí, con dolor impotente de niña para la que no hay otra salida que sentarse allí, con suerte en una banqueta y bailar con los tejidos que nunca convertirá en pantalones para sí misma. Los llevas tú, y yo. 
Barriendo esa hipocresía capitalista, barriéndola hasta el final del recogedor, tirándola en el fondo de la bolsa negra. Aunque el negro es bonito, es bello, es elegante, sobretodo si lleva un traje de Armani, y juega en un equipo de baloncesto. Otra cosa es que esté subido en una barca mal hecha, frágil como su situación familiar, social, histórica. Porque el de la barca puede ser malo, como lo puede ser el del traje que va en un coche, que coge a una mujer por antojo, y se la lleva a una nave, y allí, como un monstruo que es acaba con su vida, la de la niña feliz que camina libre. Para adentro, hacia lo más profundo del cubo, en donde arderán en los infiernos, allí, allí han de estar los malos, y las malas, de aquí y de allá, de dentro y de fuera.
¿Estás bien? ¿Seguimos? 
Mentiras, acciones que truncan vidas. Adentro.
Enfermedades, que no vinieron del alma humana, pero que te atacan, sin piedad, sin oportunidad, o teniendo que luchar mucho, tanto que sudas sangre, o te hierve, te burbujea,  y te duele al ver hasta qué punto llegó atacando a esa persona que es parte de ti, de tu recorrido, de tu vida, de tus alegrías, del aire que respiras. 
Vente conmigo, vente, quédate ahí, adentro, en esa bolsa negra, esa bolsa que ataré fuerte. 
Ayúdame carrito, ayúdame, llévate esos dolores,
llévatelos lejos, tan lejos que no los tenga que ver, ni que oír, ni que sentir.
Porque amartillan.
Sí, con sus golpes. 
Manadas de mierda.
Voy a atar la bolsa.
La voy a atar con un gran lazo hecho de algodón de azúcar, de la dulzura de la niña que en la feria pide uno; hecho de abrazos fuertes, como los que da el hada mariposa y los que da la medusa blanca que canta con esa voz que eriza el alma; lazo hecho de cultura, de esas expresiones creativas inspiradas en la belleza del mundo, del teatro, la pintura, el baile, la escritura; hecho de trabajo duro, del espíritu de superación, de la fuerza incansable de esas mujeres que trabajan el campo, las que trabajan en casa, las que luchan por sus hijos...y los hombres buenos, por su bondad...lazos bondadosos.
Ata, ata fuerte.
Y respira.

Isolina Cerdá Casado


Isolina Cerdá Casado

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