Caminaba, salí de Atocha y cruzaba la calle mirando al vacío, admirada, como siempre ante la gran cantidad de gente que pasea por Madrid. Gente variopinta, gente con sus vidas particulares, grupos de turistas, amigos, solitarios, madres con sus hijas, parejas, y yo, caminante solitaria cargada con mis bártulos, con mi falda, con mi mandil, con el vestido de la señora... De repente aquel olor tan maravilloso procedente de uno de los más bellos pulmones de Madrid, pegadito a la cuesta de Moyano, verde que te quiero verde. Y me acordé de mi amigo, él también se acordó de mí en un paseo solitario por las inmediaciones del Jardín Botánico, y es que un día, un día los dos respiramos ese mismo aire fresco renovador de forma consciente, volvíamos de hacer la primera función de Las Criadas, y estábamos felices porque por fin paríamos en Madrid. La semana pasada, el sábado 6, fue nuestra primera función de las cuatro que íbamos a hacer los sábados del mes de abril, nuestro tercer mes en cartel. La interpretación compensó las adversidades y el público se fue satisfecho.
Francisco Montejano se transforma, y lo hace a la vez que Juan Romero le cuenta cosas, indicaciones, apreciaciones, gestos de director entregado. Los miro y pienso: ¡Vaya par de profesionales! Del actor no puedo decir más de lo que dicen los aplausos, los comentarios, la impresiones que deja en el público que tiene la suerte de disfrutarlo, lo humano también trasciende en su trabajo, eso explica su grandeza como actor. Del director solo puedo decir que trasciende esa entrega que hace en cada uno de sus proyectos, las tablas por las que ha transitado desde niño, los conocimientos que solo una vida en y para el teatro pueden otorgar están en su mirada, en sus gestos, en las pequeñas indicaciones que nos ayudan a crecer como actores.
Y entonces siento el impulso de coger el móvil, y pienso en que hay que inmortalizar, esos minutos previos, en los que se extiende el maquillaje, los nervios necesarios se gradúan a su nivel adecuado; esos minutos en los que respiras profundo, haces ejercicios de calentamiento vocal y físico, en los que paseas por el escenario y a cada paso estás más cerca del personaje que de ti misma o tanto en ti misma que eres capaz de salir de ti para entrar en él, y en esos minutos piensas en la suerte, otra vez la suerte, no, no puedes quejarte porque eso es lo que tú querías hacer...teatro, teatro de verdad.
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