Estoy poniendo un vendaje. Ya verás como pronto todo estará solucionado. Lo verás, lo verás tú, lo veré yo, lo veremos todos. Está claro que la cuestión es tener impulso. Tú, yo y la venda nos entendemos. Lo de expresarlo aquí es una especie de necesidad interior, supongo que se deriva de esa cosa innata expresiva que necesitas de alguna manera, supongo, no sé. A lo importante. Hace relativamente poco, nada más bien, en el tanatorio de Leganés confluyeron tres vidas, cuyo tiempo había expirado, injustamente, en los tres casos, inoportunamente, en los tres casos, con una gran carga de dolor en los tres casos, sin tiempo de preparación en los tres casos, preparación para el duelo. Partiendo de que la preparación nunca se da, no se puede aceptar la muerte como algo natural ni asumir la despedida forzosa. A mí me pasó con mi madre, es así, ni aunque sean señales claras, lo siento, siempre hay esperanza, el ser humano la necesita, necesitamos creer que se puede salir del pozo.
El hombre había llegado a una fase terminal después de unos ocho o más años de un alzheimer precoz terrible, en la que la familia sufrió desde el minuto uno ese alejarse de los recuerdos para llegar a vivir sin reconocer a las personas que existen por ti y para ti. La mujer salía de un supermercado, cargada de ilusión, tal vez algo de cansancio por el calor sofocante de aquellos días, pensando en sus cosas, montones de cosas seguro, feliz de caminar, de gestionar, de vivir con montones de ilusiones en sus bolsillos. El tercer hombre era un vecino de la madre de mi marido, lo conocía, trabajaba en Hacienda, era majo, con sus hijos, su mujer, su felicidad, su trabajo...
El primer hombre falleció tras unos días en los que su fortaleza le hizo parecer una persona de otro planeta, capaz de resistir a pesar de lo previsible para mostrar que no había que rendirse nunca. La mujer cruzaba un paso de peatones y alguien que conducía un coche acabo con su vida. El hombre que trabajaba en Hacienda murió de un paro cardíaco que fue fulminante. Nada se pudo hacer. Y todos ellos coincidieron en el tiempo en el mismo lugar, el tanatorio.
Estas tres confluencias nos enseñan una cosa además del dolor infinito que causan en la familia y amigos.
¿Qué nos enseñan?
Estira bien. Sí, voy a hacerlo. Estoy en ello.
La vida es fugaz. La sensación de felicidad también lo es. La propia vida ya nos sitúa en esas encrucijadas, que llegan, a cualquiera, en cualquier momento. Y siendo así, reconociendo que estas desgracias ocurren, habiéndolas vivido tan de cerca, siendo también objetivo de esos latigazos, cómo es que no salimos a respirar más fuertemente y con más consciencia de la suerte que tenemos de estar vivos mientras lo estamos. ¿Dónde nace esa sensación de desánimo que puede llevar hasta lugares terribles? ¿Qué es la depresión? ¿Qué es el sinsentido de las cosas? ¿Es algo químico? ¿Es físico? ¿Está fuera de nosotros o muy adentro?
Un día estaba haciendo un puré de verduras. Hace ya unos años. Cogí un puerro y le pinté unos ojos y capté ese momento en mi cocina. El puerro sonreía. ¿Era posible sonreír viendo a sus congéneres flotando en una cacerola codeándose con las zanahorias, cebollas y demás cachitos de verdura? No, imposible, ¿o sí?
Hoy desde mi cocina inmortalizo a unas nubes de verano por detrás de unas hojas de geranio. La misma persona hace la foto, pero con mucha más belleza, la que te da el tiempo vivido.
Vive, haz, impúlsate mientras puedas.
Y si estás triste, llora. O escribe. O grita. Pero luego sigue caminando. Valora tu tiempo. Respira. Siente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario