
Salía de la clínica como iba diciendo, y justo al pisar la acera unas mujeres de unos treinta años se acercaron a mi altura y la rebasaron, de modo que pude escuchar la conversación que tenían entre sí, tal vez de no haber tenido la previa conversación con el auxiliar no le habría prestado atención, no sé, la cuestión es que se me acentuó el sentido auditivo.
"Pues tú no sabes lo bien que estás. Mira, el Roberto se ha juntado con una mujer que tiene tres hijos, tres. ¿Cómo te quedas?"
Cogí el móvil e hice una foto hacia la plaza, dirección hacia la que me dirigía. Recordé lo que me dijo el auxiliar: "Si es que siempre hay algún vecino peor. Bueno, no necesariamente vecino. Mira como están en Siria." Silencio triste.
La conclusión previa a la llegada de la doctora fue la siguiente: "Lo que pasa es que no somos conscientes de la suerte que tenemos."
Deberíamos entender que no es necesario mirar hacia afuera, ni a Roberto ni a Siria, para encontrar nuestra propia felicidad. Deberíamos poder mirar hacia adentro y simplemente valorar la vida, lo que tenemos, solo así seremos capaces de percibir la belleza del violeta claro de las flores del geranio de la ventana contrastado con un corazón intenso.
Isolina Cerdá Casado
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