martes, 9 de enero de 2018
Todo lo que podemos hacer
Solo tienes eso, diecinueve, no esperes ni un segundo más, no es necesario, para una tormenta de ideas es más que suficiente, además que no te ha ocurrido nada extraordinario que requiera un tiempo mayor de reflexión o de asiento en el alma. Déjate el alma, anda, limítate a lo que te venga a la mente. No pienses en miedos. Ya estoy pensando en ellos. En las noticias concretamente, en la múltiples agresiones que últimamente aparecen relatadas con una normalidad pasmosa, que te hace temblar, que parece que se asume como algo posible y empieza a no escandalizar, ya pienso en cómo estas noticias estarán afectando a posibles víctimas futuras, esa normalidad horrorosa, rodeada de mujeres expuestas a brutales agresiones, da terror, sigue con el té, anda, no le des más vueltas. Sí, pero no, es una suma ¿de silencios? ¿de asentimientos? Ay, no sé, un ángel que vino para salvar otras vidas. Pero por qué, no podían aflorar otros héroes, sencillos héroes callejeros, los valientes invisibles, los que no consienten los micromachismos, ellos o ellas, las heroínas que no han dejado de luchar. Son tantas las circunstancias, tantas las pequeñas e insignificantes alas que se mueven y cambian la dirección del viento. Hoy vuelve a estar gris, hoy hace un frío de narices, hoy estoy arrancando, a pesar de todo, es así como hay que hacerlo, ya lo has visto, cuando menos te lo esperes llegan las ganas de vivir, esas que son especiales porque están llenas de ilusión, es así, tarde o temprano acaban llegando. No me mires así, no tienes ni idea de lo que está pasando, ni aquí, ni allí, ni dentro, ni fuera, ni tal vez más allá de la línea. Supongo que primero tendré que cambiar yo, sonreír más, soy la responsable de mi actitud ante las cosas. Y es que estoy distinta, estoy anclada a una emoción, no pienses. No pienses. Hemos dicho que se trataba de escribir, nada más, dejar que los dedos bailen, tú diriges sí, pero ellos bailan libres al son de las ideas. El móvil está apagado, no tiene luz, solo el reflejo de la luz de un cielo que empieza a oscurecer, todo acaba llegando, la noche siempre llega, lo mismo que el sueño, lo mismo que el amanecer, lo mismo que la desgana. Vete a la mierda, así te lo digo, harta me tienes desgana, hasta el moño de sentir cómo me paralizas, y que este escribir absurdo sea una especie de locura transitoria en la que me acabo de meter solo para tratar de encontrar un sentido a todo, al pelo largo que me tapa un ojo, a la cana cortada de cuajo para frenar el tiempo, a los golpes, joder, a los golpes que algún desalmado le dio a aquella mujer de cuarenta años cuando volvía para su casa. Ojalá esos gusanos que le comen el alma se zampen de cuajo su corazón y desaparezca arrastrado por una ola de justicia. Ya no sé lo que hago, ni lo que digo, ni lo que escribo y mucho menos lo que pienso. Solo una certeza, lo que está mal está mal, y el que lo hace debería vivir el tiempo suficiente para sufrirlo en su misma intensidad. No solo el de la víctima, el dolor de toda la familia, el dolor de un pueblo, el dolor de un grupo de personas que viven aterradas ante semejantes brutalidades. Queda un minuto. No mires el reloj. Ya has visto que las noticias te han afectado. Imagina lo que pueden afectar a tu hija. Imagina el miedo que puede sentir. Escribo, con otras llagas, diferentes es verdad...No hay más tiempo, te quedaste sin él. ¡Y tú también te quedarás sin él! Se hará justicia y no volverás a poder hacerlo nuevamente. Por ella y por la otra mujer valiente que escapó de tus garras.
Isolina Cerdá
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