viernes, 11 de agosto de 2017

Agua






No es que no esté sintiendo nada, no es que no tenga mil cosas sobre las que escribir...es tan solo que me estoy ahogando. Así era como ella se sentía. Abrió la puerta de su cocina y sintió como una gran balsa de agua se le venía encima, las gotas de lluvia lo habían invadido todo. Se dio cuenta entonces de que la tormenta que había escuchado desde lo más profundo de sus sábanas durante casi una semana seguida había inundado su cocina, no entendía muy bien cómo no había llegado el nivel de agua al resto de la casa, cuando consiguió llegar a la ventana se dio cuenta de que no solo su casa sino también el resto de la ciudad se había cubierto de agua. Se había encerrado en su habitación siete días antes y había desconectado el teléfono móvil, tuvo un arrebato de desconectarse del mundo, de alejarse, de huir de todo, y la única manera que encontró fue metiéndose en su cama y cerrando todas las puertas y ventanas a cal y canto. Le habían despedido de su trabajo y todo porque no se calló la boca  cuando su jefe insinuó que debía aligerar más su vestuario para aumentar el número de ventas. "¡Capullo machista!" Ninguna de sus compañeras se había atrevido a escupirle en la cara sus propias mierdas, pero ella había llegado a un nivel de resistencia máximo, así que en cuanto se añadió la gota que colmó el vaso ella le gritó su hartazgo. Y fue despedida. Primero se alegró, por la sensación de desahogo, pero luego la realidad se mostró cruda y abiertamente: sin trabajo no podía aspirar a nada. Se hundió. Y se metió en la cama.

Ahora contemplaba la ciudad inundada, llena de silencio. Como ella.

Isolina Cerdá Casado



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