martes, 4 de julio de 2017

Perspectiva de un puerro fan de Extremoduro.


Un día el puerro miró al interior de la olla, había llegado hasta allí en uno de sus paseos matutinos. Nunca se había cuestionado nada, asumía que las cosas pasaban porque tenían que pasar, su vida se había iniciado en un trozo de tierra de la cual lo arrancaron y de ahí le llevaron a una nave en la que le obligaron a ducharse, quitaron todo rastro de tierra en sus raíces y lo ataron con una cinta verde junto a otros de su misma especie. No lo cuestionó. Estuvo un tiempo expuesto, como si fuera mera mercancía, tras esa exposición llegó otra en un mercado más pequeño. No lo cuestionó. De ahí se fue a una caja fría, muy fría, en la que compartía espacio con más gente. Todos habían pasado por lo mismo pero ninguno se cuestionaba nada, como él. Hacía tiempo que no compartía sus pensamientos, había algo en su cabeza, lo situaba en ella, pero tal vez en realidad no estaba solo en su cabeza, la duda se había insertado en su tronco blanco, y en la parte verde que le quedaba después de haber sido rasurado, también en el extremo de cada una de sus raíces.
¿Qué finalidad tenía todo ese recorrido vital? 
Tras el paseo, tras su mirada al interior de aquella olla, tras el vistazo rápido que le echó a esa antigua trituradora de vaso de cristal, lo vio claro.

Ni para caldo, ni para puré, ni para complemento de verdura sana y saludable. Aquel puerro quería ser cantante de rock. Se tomó una cerveza, no por ahogar penas ni buscando inspiración sino para celebrar que por fin la luz del cuestionamiento había llegado hasta él. 


PD 
En ocasiones el germen del renacimiento está dentro de una olla, solo hay que salir del cajón, pasear y echar un vistazo con perspectiva. ¡Ah! ¡Y muy importante!: escuchar a Extremoduro.


Isolina Cerdá Casado

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