He aprendido a no tener prisa, a respirar tranquila, a saber ver eso que sucede, ese gesto amable, ese beso que nació del alma, valorar el estar bien, el poder caminar, pasear, respirar. He aprendido a que sí, la vida pasa muy deprisa pero las prisas no son buenas, pero sí lo son los buenos gestos, el bienestar consciente, la paz interna y la externa. También es buena la fe, seguir creyendo en el ser humano, en los sueños y en uno mismo.
Isolina Cerdá
miércoles, 8 de febrero de 2017
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