lunes, 27 de febrero de 2017

Combatir el insomnio con un laxante

   
 Se levantó, no tenía sentido permanecer en la cama. El insomnio había vuelto a hacer su aparición. La primera vez que miró el móvil para ver se dio cuenta de que apenas había dormido cuatro horas, eran las cuatro y cinco de la mañana; a las cuatro y treinta y cinco volvió a mirarlo. Finalmente cuando decidió no seguir con los intentos infructuosos de conciliar el sueño vio que había estado más de una hora dando vueltas en la cama. Por esa razón se fue directa a la cocina, en busca del primer café del día. Antes de tomar la decisión de saltar de la cama había intentado recordar esos momentos en los que rezaba para que no llegara la hora de levantarse, quería volver a sentir esa especie de abrazo de cama y colchón, momentos en los que dormía plácidamente, cuando se otorgaba unos minutitos más de sueño antes de obedecer el mandato de una alarma. Quiso incluso rememorar tiempos de antaño, cuando apenas era una niña y disfrutaba tanto durmiendo. Mientras tomaba el primer sorbo de café no pudo evitar preguntarse en qué momento había dejado de sentir esa tranquilidad de un descanso pleno, en qué punto de su vida se había producido el paso a la madurez; ¿fue cuando cumplió los quince años? ¿cuando le vino el periodo? ¿cuando empezó a estudiar en la universidad? ¿cuando se casó?...


    Después de estar un rato con la taza del café en las manos, en el momento en el que vio el poso de aquel negro líquido elemento, después de haber estado entre sorbo y sorbo dándole vueltas y más vueltas al asunto de su insomnio, llegó a la conclusión de que lo mejor era no pensar en el cuándo, ni si quiera en el cómo. De repente sintió una energía brutal, quería comerse el mundo, y no solo tenía el impulso sino que sentía que podía hacerlo. Paradógicamente dicha ingestión empezó por ella misma: se comió todos los asuntos que la incordiaban, después se tomó un kiwi y un zumo de naranja, acto seguido se fue al baño. Y allí, a la taza del water, fueron cayendo una tras otra todas las preocupaciones absurdas de mujer adulta que incordiaban su descanso. Tiró de la cadena. Y acto seguido se puso a ordenar su vida: empezó por su habitación.

Isolina Cerdá Casado

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