Bueno, tengo que decir que cuando yo era joven, niña, vamos hace unos cuantos años ya de esto, lo de la noche de los muertos no se celebraba, veíamos por televisión, en algunas pelis, esa festividad americana, no solo de América del norte sino del centro y del sur, acerca de esa noche que de alguna manera se convierte en especial. Velones rojos encendidos cerca de alguna foto, la típica visita al campo santo, en fin, poco más hacía yo. Recordaba o pensaba en algún ser querido que ya no estaba y del que me habían llegado rumores, e incluso caminaba muerta de miedo por la casa con cierto temor a que seres de ultratumba se me aparecieran de repente. Hoy en día se ha convertido en una fiesta. Se celebra de alguna manera la noche de los difuntos, y es un motivo de reunión, de fiesta básicamente, de quitarle importancia a esas monstruosidades creadas, representadas o dramatizadas.
Sé que por los niños hay que seguir, jugar, hacer fiestas, sonreír y vivir. Por ellos y por nosotros claro. Pero para mí estas fechas son grises, oscuras, que hacen que vuelva a revivir momentos durísimos de mi vida, que estuvieron ahí, que pasaron, y que no puedo celebrar.
Mi hermana murió tal día como hoy, 26 de octubre de 1990, al día siguiente la enterramos. El 30 de octubre del año 2001 murió mi madre, el día 31 se le hizo una misa de despedida, el día 1 la incineramos. Ese 31 de octubre como en años anteriores tenía representación de Don Juan Tenorio de Zorrilla, en el papel de Brígida, estaba todo vendido, se representaba en el teatro Chapí de Crevillente. Recuerdo que en el tanatorio una de las actrices, Ana Penalva, que hacía de Inés, dijo que yo sabría lo que tenía que hacer y que lo haría porque era actriz. Me acompañó mi tía, nunca me había visto actuar, dijo que no me conoció cuando salí a escena. Hice lo imprescindible para que la función pudiera salir adelante. Y me fui antes de que enterraran a la novicia.
En realidad es algo tan necesario, el hecho de ponernos el vestuario, caracterizarnos y salir a escena es mucho más importante de lo que creemos, todos lo hacemos, todos nos acabamos poniendo el vestido negro y el velo y vamos en busca de Don Juan, a liarla.
La vida, querido, la vida.
Al final el filósofo iba a tener razón. Demasiados traumas y recovecos. Mujer con un alma excesivamente densa y oscura. Fus fus. Menos mal que mi querido amor no era filósofo, solo le gustaban los pájaros y todo tipo de animales curiosos.
Isolina Cerdá Casado
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