¿Sabes lo que te digo? Yo, un resto de pera medio pocha a punto de ir a la basura, sí, yo, rodeada de piel de mandarina, hueso de dátil y de restos de mi propia piel. Sabes que estoy en todo mi derecho de decirte algo, a ti, que llevas una racha ñoña, cansinamente sensiblona, que si sensaciones, emociones, sentidos...
Ya me gustaría verte a ti en mi lugar, me cogen, me toquetean, me lavan y me comen, o me pelan y me comen, o me tiran sin más después de estar metida en una nevera con el único propósito de alargarme la vida y evitar mi oxidación. ¿Pues sabes lo que te digo? Que te den ingrata de lágrima fácil, no es fácil para ti ni para nadie, te zampaste varios trozos de mí misma, amargada, pensando en problemas, y yo te digo que no son problemas, es la vida. Al menos la tuya tiene más alicientes que un destino cruel como la mía, ser postre o tentempié de media mañana o media tarde, diseccionada por dientes o por un cuchillo de cocina, si al menos fuera una navajilla toledana me consideraría descuartizado y despedida con honores, pero ni esa pequeña gloria me das. Lo único que te perdono es que en esa explosión creativa que has tenido en pleno almuerzo me has puesto unos ojos y una boca con la que desahogarme ante la claridad que me da este nuevo sentido que me has dado con tu bolígrafo Bic de cuatro colores, utilizaste el negro, gracias, me gusta su contraste con mi verde piel.
Ya sabes, ve modificando el tono que ya toca el cambio de estación, se regenera el cabello y el calor da sus primeros coletazos.
Isolina Cerdá
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