viernes, 31 de agosto de 2018

Renacer

 
    Sentir que la garganta se te está estrujando por dentro. A la vez una especie de quemazón te hace palpitar los sueños, todos ellos se acumulan ahí, queriendo emerger a lo bruto. Entonces entiendes que algo está cambiando. A lo mejor es una etapa, a lo mejor es el riego sanguíneo, a lo mejor es que te acabas de dar cuenta de que vuelves a sentir impulsos. Y vuelves a sentir con ellos esa sensación de despreocupación que sentías cuando tenías la certeza de que la creatividad te iba a salvar de morir hastiada. A salvo e inspirada, recuperando eso que siempre ha estado en ti. Por eso estabas excavando, por eso estabas con las uñas gastadas y rotas, con los dientes llenos de tierra, con el pelo enmarañado y las rodillas peladas, raspadas por arrastrarse, profundizando en los túneles negros del sin sentido, desesperada, porque no encontrabas, porque no sentías, tan solo distinguías el sabor amargo en una boca llena de tierra. 
    Lo peor de que te desaparezcan los impulsos es que la esperanza se hace invisible y con ella toda posibilidad de cambio. Cuando la esperanza se ha hecho invisible tienes que recurrir al más básico amarre al sentido de todo esto y es que por encima de todo estamos vivos y mientras eso sea así hay esperanza aunque sea invisible, la misma posibilidad de pensar en ella es la confirmación de su existencia. 

    Así fue como la niña volvió hasta la mujer, llegó como una especie de sombra tomando un cuerpo que siempre fue suyo, la envolvió en los suspiros helados de un viento esperanzador cargado de ilusiones de niña feliz y rodeada de estrellas. La mujer se puso en pie, salió de aquella cueva oscura en la que se había refugiado huyendo del monstruo del miedo. Una estrella fugaz le indicó el camino que debía seguir. Luego desapareció. A la estrella la guió la luna. A la luna la meció la nube. La nube desapareció de un llanto. Y la mujer siguió su camino bajo la protección de un cielo estrellado lleno de esperanzas invisibles cuya existencia nunca más volvió a poner en duda.

Isolina Cerdá Casado

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