Se asomó por la ventana. Era un día tan gris que su mirada absorbió cada pincelada de ese color y su alma se llenó de nubes, lo que sentía se enmarañó, ya no sentía nada que tuviera algo de luz y de vida. Consciente de que el gris también era vida, dejó a un lado la tontería y lo que sentía, empezó a caminar por lo que flotaba, las nubes grises. Era absurdo, muchas veces todo era absurdo, no podía comprar botes de pintura y cambiar el tono, no tenía dinero para tanto. Tampoco sería suficiente con coger un pincel y colorear ella misma el cielo, solo para que su alma no se viera afectada.
De pronto una luz, era una luz de vda, le llegó a la mirada, vino a través de un gesto valiente, el gesto lo hizo un niño, pertenecía a un alma llena de pureza, limpia, que todavía no sentía el gris como un color que apague, tal vez no había llorado por cosas de adultos, o tal vez en su sabiduría había sido capaz de seguir avanzando a pesar de todo.
Una carta, una sonrisa, una mirada, simplemente un gesto puede darte la oportunidad de cambiar de rumbo, de aceptar el gris y seguir, de no rendirte, de aprovechar cada gota de vida y caminar.
Esperando en el hospital, pensando, acordándote de personas importantes en tu vida, personas que ya no están pero estuvieron.
Ha vuelto el impulso.
Isolina Cerdá Casado
miércoles, 20 de abril de 2016
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