miércoles, 23 de septiembre de 2015

Detergente, manchas en el alma, macarrones que vuelan y bañeras llenas de patos.

Hoy ha sido un día bastante complicado, mi hijo ha venido con una cacho mancha en el pantalón, y en la comida se plantó un macarrón lleno de tomate aceitoso en el bolsillo de la camiseta blanca, que digo yo, a santo de qué tiene que tener una camiseta un bolsillo con holgura suficiente para atrapar a un macarrón volador. En fin, que andaba yo un tanto preocupada con la susodicha mancha, cuando de pronto me viene mi hija con otros tantos restos de macarrones pegados en la faldita azul tan mona que se había puesto, sí, ella elige su ropa la mayoría de las veces.
Pues tras haber limpiado una camiseta blanca, un pantalón y una falda azul, para lo cual he utilizado un vaso de la caja de detergente lleno de polvo blanco; tras todo ello como digo y ver la efectividad del polvo blancuzco, que casi por arte de magia ha hecho desaparecer las manchas. Me he preguntado si no sería posible utilizar algo parecido para eliminar las manchas de otras zonas de mi cuerpo que andan guarras, guarras. Y que conste que no hablo de zonas púbicas ni rincones perdidos debajo de pies, brazos u orejas alcanzables si uno quiere con una esponja y un fresco gel. Hablo de las zonas que afectan al equilibrio del cuerpo y del alma. Son espacios casi invisibles, imperceptibles, pero tal vez el polvo blanco con una buena lavadora podría hacer algo con el ánimo, o la fuerza interna. No sé, digo sí sé, nada es fácil en esta vida. Supongo que por eso tiene tanto valor, la vida digo, aunque a veces no seamos capaces de verlo y sentirlo.
Bueno, venga, respira, va. 





¿Y si cojo el detergente y limpio las manchas de mi ánimo? ¿Dónde exactamente está la mancha del ánimo, que parece que me ha dado un golpe en el lateral de la cara? ¿De la cara de mi corazón? ¿En la piel del pulmón? ¿En la planta del pie?

- Ay, calla, que no me entero de nada. A ver, ¿qué pasa?

Mira guapa, si tienes algo que decir será mejor que te esfuerces y lo hagas porque el tiempo pasa y los sentidos se van modificando poco a poco, y cambian las prioridades.

"La bañera estaba llena a rebosar, desde allí, inmersa y sumergida en sus aguas turbias se podía ver el desorden reinante en su hogar. Allí vivían los duendes desorganizadores, se amontonaban los zapatos y las botas que un día acabaron en ese lugar huyendo del orden visible, mezclándose con medias sucias y productos de limpieza. Luces apagadas, apenas unos rayos de luz solar entraban por las ranuras de la persiana medio bajada. El cuerpo de la madre desesperada metida de lleno en un cubículo turbulento repleto de patos amarillos flotando. Sabedora de que si no se lanza a contar cuentos y a expulsar historias y puntos de vista morirá de pena y de frustración creativa. Pobre, su sol se fue lejos. Es una sirena encajada en una bañera, no puede nadar, está por tirarse al váter."

- ¿Qué? - Preguntó un tanto extrañada.
- Nada.- Respondió la voz interior.
-¿Qué? -Insistió en resolver su duda.
- "¡Que nades, coño!"-Respondió otra vez su voz interior.


Isolina Cerdá Casado



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