sábado, 7 de diciembre de 2024

Semanal 1: Clic

Vamos, empieza ya, escribe, sobre lo que sea, oblígate, siéntate y dedica un tiempo a la escritura. Sabes que hubo un tiempo en el que la escritura fue una tabla de salvación, tal vez en el momento en el que dejé de hacerlo empecé ahogarme en mis propios pensamientos, porque ya no compartía mis angustias y mis puntos de vista de un mundo que no es fácil para nadie. Bueno, matizo, el mundo es el que es, nuestro paso por el mundo es el que está cargado de dificultad, de una u otra índole, no importa el matiz, la concreción del pozo, del bache, del nudo en la garganta, todos y cada uno de nosotros nos vemos obligados a caminar erguidos por más que caigan piedras sobre nuestro tejado y de pronto tengamos miles de goteras encharcando nuestros pensamientos, nuestros sentidos, nuestros sueños.

Puerta monumental y autobús azul.


Un autobús azul cargado de personas, hombres y mujeres luchadoras, cada uno con su propia carga, sentado en el asiento, mirando por la ventanilla alguien ve a una mujer con un móvil en la mano, haciendo una foto a la puerta monumental, a través de la ventanilla del autobús piensa en esa mujer, con más de cincuenta años que se ha parado en medio del paso de peatones, está cruzando a la vez que inmortaliza un instante. El viajero del autobús no sabe que esa mujer justo en ese momento está haciendo una serie de fotos para buscar inspiración, para ilustrar la tarea que le ha sugerido su psicoterapeuta, de alguna manera esa mujer con el móvil en la mano está buscando sentidos, maneras de ir arreglando las goteras en su cabeza. Ella, la mujer escribidora empezó por poner cubos que recogieran toda ese agua de lluvia porque ella quería seguir con su vida como si no importara la cantidad de cubos que tenía que ir poniendo en su mente. Hasta que llegó un punto en el que tenía su mente llena de cubos y apenas podía caminar por su propia cabeza, el alma empezó a inundarse también, ella seguía ignorando el encharcamiento, no le daba importancia a esa inundación que la estaba ahogando, porque no se había puesto en valor, en el valor adecuado, en el lugar que debía darse a sí misma. Estaba tan volcada en los demás que se olvidó del ahogo propio. El viajero del autobús pensó que aquella mujer era una turista pirada que solo pensaba en subir fotos a Instagram para inmortalizar su viaje a Madrid. Lo que no sabía el viajero del autobús era que ella, aquella mujer de más de cincuenta años, rebosaba cierto bienestar tras salir de la consulta con su psicóloga, y en ese trayecto que recorrió hasta la parada de metro de Moncloa, fue inmortalizando instantes en busca de imágenes inspiradoras, le daba igual una sombra, una hoja de otoño entre la hierba, o un escaparate de una librería, espacio mágico donde los haya. Aquella mujer tenía una luz distinta en el rostro porque se la estaba reforzando y sin saber muy bien cómo iniciaba el camino hacia la reparación de su propio tejado. Pero ¿por qué esta mujer necesitaba de alguien externo para llenarse de valor y volver la mirada hacia sí misma? Pues porque a veces sucede, y el patrón de conducta resulta ser autolesivo para una misma. Y un pequeño clic te hace darte cuenta de muchas cosas, el clic de la puerta de la consulta al abrirse, el clic del semáforo al cambiar a verde, el clic de un cruce de personas anónimas con sus propias goteras, el clic de un cielo azul, el clic de un rayo de luz, de un palacio, del olor a churros en plena cocción, de una tienda de souvenirs, de una larga cola para comprar un número para el sorteo de navidad en una administración de lotería enclavada en una estación de cercanías.
    
Isolina Cerdá 

Tienda navideña de souvenirs.

Rayo de luz que entra por el lado superior izquierdo.

Escaparate mágico.

Hoja de otoño.

 

martes, 19 de noviembre de 2024

La amiga mexicana y el árbol mágico. Gracias Diana.


 Su amiga, de hacía poco tiempo, sí, de apenas unos pasos de entre los largos y muchos kilómetros vitales que llevaba recorridos, su amiga mexicana le había sugerido que ante su malestar y su pena se abrazase a un árbol. Decía que los árboles con su sabiduría se llevaban lo negativo y te regalaban paz, en plena coordinación con la naturaleza. Así fue como ella, la mujer que estaba en plena crisis vital, sumida en una depresión paralizante hasta la respiración, se abalanzó hacia el primer árbol que encontró y se fundió en un eterno y casi simbiótico abrazo. Tanto fue así que la gente que pasaba por allí no era capaz de distinguir dónde empezaba el árbol y dónde la persona.

La mujer tenía tanta necesidad de paz que se fue solapando con él, adentrándose en cada uno de los círculos de vida, es cuando se pudo dar cuenta de que aquel símbolo de la naturaleza salvadora se había convertido en un sentido vital para ella. Savia y sangre, corteza y piel, ambos caminaron juntos en la inmovilidad del enraizamiento arbóreo. Y fue sintiendo cómo entraban en ella nutrientes vitales que procedían del mismísimo centro de la tierra.

Su perrita, llena de tranquilizantes para controlar los ataques de epilepsia, la miraba con esa inteligencia canina, conocedora del mal que acechaba el alma de su amiga humana. La gente se sorprendía al ver un pastor alemán que miraba un árbol en el que apenas quedaba una bota y un pañuelo de aquella mujer fusionada, y parecía que aquellas extrañas prendas estaban siendo custodiadas por aquella mágica criatura canina.
Luego, al paso del tiempo, horas, días, quién podía saberlo, la mujer salió del árbol, consiguió volver a ser ella y se fue de camino a casa junto a su perrita Leia, como poco tendría que hacer la cena, o la comida, o quién sabe qué otra cosa mundana, lo que sí sabía era que iba con un poco de paz en el cuerpo y una menor intensidad de dolor en el alma.


Isolina Cerdá

martes, 27 de agosto de 2024

No te olvides

 





Era fuerza, es luz. No te olvides de ti misma, de tu energía, de tu magia creativa, de la necesidad expresiva. Porque si no te ahogas, lo sabes y lo sientes. Quiero decirte que siempre hay esperanza, siempre, por mucho que parezca que tu mundo se hunde, que se tambalea. 
Esta plantita llegó a Madrid hace diecinueve años, la trajo de mi campo mi marido, la había plantado mi mamá, cada año nos regala flores como estas para recordarnos que ella estuvo aquí, y sigue ahí, siendo luz. Ni la Filomena ha podido con ella. Maravilla inspiradora.

Isolina Cerdá.

Juego creativo, imagen inspiradora.


Todo comenzó aquel día, una tarde cualquiera, me metí en un baño de un gran centro comercial, mi hija esperaba fuera frente al espejo arreglándose el pelo tras lavarse las manos. Una vez hice pis, de pie, revisé cuál era el alcance de mi puntería pélvica, y justamente al ver el esparcimiento sobre el váter de ciertas gotas amarillas me entró en el cuerpo ella, la inspiración. Y mientras limpiaba el derrame con un montón de papel higiénico tuve un extraño impulso de escribir, de contarlo, de dejar inmortalizada esa sensación tan agradable y peculiar al mismo tiempo, sobre todo por cómo surgió, curiosamente sentía que tenía que ver con la madurez y ese momento concreto de mi vida en el que solo me importaba vivir, no me miraba para ver si estaba guapa o no, no tenía necesidad, me sentía bella, bien, sin presiones, casi flotando. Salí del baño con una sonrisa, mi hija me miraba inquisidoramente tratando de saber qué me había pasado, pero no me preguntó y yo no le dije nada, no podía explicarle en ese momento de esparcimiento que un poco de orina derramada me había causado dicha sensación. Algún día lo leerá. Lo mismo que "Algún día llegarás", Corazón.
La cuestión, llevo todo el verano queriendo sentarme a escribir, bueno, con el impulso, con ese punto de inspiración creativa que busca una salida, que necesita de un tiempo de dedicación y exclusividad. Y justamente hoy, tras leer un texto escrito por mí en el 2015, "La mujer que se cortó la trenza y le dio la llave al príncipe para que entrara por la puerta. Ahí acabó el cuento", he pensado que hace mucho tiempo que no escribo creativamente, todo esto ocurrió mientras terminaba de desayunar y decidí inmortalizar la imagen y dejarme llevar por lo que ahí ocurría, o podría ocurrir, o tal vez estaba ocurriendo. 
La mujer zurda se había cortado en dos, fue un corte limpio, tan limpio y reluciente como lo fue aquel que tuvo lugar en el porche de una caravana, cuando una mano buscaba a tientas unos pendientes que un buen amigo le trajo de Italia y una cuchilla torpemente metida en la bolsa de aseo le rebanó la yema del dedo gordo de su mano izquierda.
La mujer se sentía feliz cortada en dos, sabía que iba a causar una gran y redundante felicidad a la escribidora, acompañada de un buen café con leche. Sus dos mitades se adentraron en la tostadora Taurus, allí estuvieron un tiempo finito, y cuando se tostaron lo suficiente, una de las mitades se vio untada por una fina capa de mantequilla sobre la que bailó otra capa de mermelada de tomate. A la otra mitad le tocó un gran chorro de aceite y adquirió un color dorado que mojada en la piscina de café parecía una provocadora jovencita a la que solo le faltaba un gran bikini rojo hecho de tomate restregado para enloquecer a las masas. 
Bueno, vale, no era una mujer, era un trozo de pan que le quedó a la escribidora del día anterior y que compró en un super mercado exprés cuando paró al volver del dentista para comprar los cereales del gallo que tanto gustaban a su hija. 
Un bizcocho esponjoso estaba dentro de un táper de tapa naranja, hecho con los huevos de mi marido, de yema naranja, unas hueveras con más huevos se escondían en las hueveras reutilizadas de huevos de gallinas de maridos ajenos que trabajaban en granjas de Almoguera y de Totana respectivamente. El dato es curioso e innecesario, lo sé, pero de repente salgo de Madrid, y paseo mi mente por Guadalajara y por Murcia, ésta última alberga agradables recuerdos y personas inspiradoras muy importantes en mi vida creativa. 
Y la medicación, la mía, envase gastado verde, la de Agus, envase gris, y la de Leia, mi perrita bonita, dos cajas.
Sal rosa y un ticket de una tienda de plantas y animales de color verde, que inmortaliza las plantas que ha comprado mi marido para un estanque maravilloso que ha hecho poquito a poquito, suave, suavecito.
De fondo, previo encendido con el mando del televisor, se escuchaban testimonios y noticias diversas: el juicio de Daniel Sancho (creo que esa ha sido la determinante para dejar de hablar de dos mitades de mujer tostada), la muerte de una mujer aristócrata y muy joven, el Procés y sus historias, y la Caixa y la mujer del presidente... En ocasiones es mejor apagar la tele, como hace mi hija cada vez que escucha una noticia triste o dura, prefiere permanecer en la ignorancia antes que hundirse en la tristeza de la oscuridad cotidiana. Es muy sensible y empática, la pobre ha salido a la madre.

 

Esto es lo que ha salido de un momento de impulso e inspiración, solo por si alguien lee el texto, alguien que no sea yo, alguien que de pronto llega hasta él, me conozca o no me conozca, ha de saber que la conclusión clara es la siguiente: Todo llega, lo bueno y lo malo, todo pasa, lo bueno y lo malo. A los momentos de dificultad solo les queda una cosa: pasar y que lleguen otros momentos de menos dificultad. Así que si estás en un momento de tu vida difícil, lo mismo que ese instante inspirador llegó y se fue, y ha vuelto, lo mismo que las gotas de pis desaparecieron por la pasada contundente de un papel higiénico de calidad. Lo amarillo, pestilente  e invasivo que tengas en tu vida ahora pasará, simplemente coge un buen trozo de papel absorbente, puedes ir a un centro comercial y coger un trozo en uno de los meaderos y limpia, limpia, limpia.

          La inspiración llegará y el mal momento pasará, te lo dice una mujer cortada en dos, con una                  buena mermelada de tomate untada en cada uno de los rincones de su cuerpo. 

 Isolina Cerdá




 

martes, 25 de junio de 2024

ABRA

 Abra-zos, abra-zame, abra- la puerta y permítase soñar, abra- la mente, abra- su casa y siéntase feliz en ella. Vístase, compleméntese, regodéese en el talento de las piezas impregnadas por la creatividad de ABRA. Allí estaba el artista, un regalo de persona, recibiendo con una sonrisa a los apasionados de la moda, de esas estrellas brillantes, de esos momentos de inspiración... Piezas únicas, que tienen un porqué, fruto de la catarsis, del momento inspirador, de la locura creativa. 

    Instalado en Paris, creando en la ciudad del amor, sonriendo creativamente, viviendo lleno de luz. Y justamente luz es lo que tienen sus creaciones, plasman ese halo creativo que lo envuelve en los momentos de inspiración, cuando el duende baila en su cabeza y siente como si volara. Y es ese duende el que te regala unas alas para volar.

    






Vuela, sigue volando. Porque con tu arte los demás podremos volar.


Y en el silencio de la noche, una luna llena imaginaria le susurra al oído de la zapatilla del pie derecho una canción y poco le falta a doña Rosita para empezar a bailar con su gemela doña Rosina del pie izquierdo le French Cancan y darle pierna arriba pierna abajo un buen meneo a la falta. 



miércoles, 15 de mayo de 2024

Tiempo de volver


 Te quiero, aunque no haya sabido decírtelo oportunamente y me haya olvidado de ti en tantas ocasiones, sin verte de verdad, sin escucharte como mereces, sin tenerte en cuenta, creyendo que lo demás era más importante que tú, tu derecho a equivocarte, tu derecho a descansar, reír, llorar, por ti y contigo. Tan lejos he estado de ti que no vi venir la tristeza que te estaba acechando, ni el sin sentido, ni esa falta de ilusión que llegó a envolverte. Y sin embargo disimulabas, apenas dejabas ver una lágrima en tu mejilla, tantas lágrimas que caían invisibles, nadie las podía ver, ni si quiera tú, pero sentías cómo caían y hacían surco. Yo quiero que el surco lo forme la risa, que sea el motor, que la ilusión te vuelva a empujar el ánimo y te haga emprender nuevos proyectos. Vivir, quiero que vuelvas a sentirte así, llena de fuerza y energía, porque sabes que está en ti, así como ya sabes lo que es la oscuridad más absoluta aun a pesar de un sol brillando más allá de las nubes. Me olvidé, me dejé arrastrar por la negrura, y sin saberlo, sin ser consciente, te abandoné. Hoy vuelvo, hoy de nuevo estaré a tu lado, conscientemente, te abrazaré desde lo profundo, volverás a ser lo que eres y nunca dejaste de ser, te verás, serás grande, un bello impulso, un sentido.

jueves, 22 de junio de 2023

Pos pandemia. Corazón postraumatizado.

 


    Hoy, ahora, hace un momento, me dio por hacer limpieza del bolso. Mi bolso es una especie de contenedor de vida, también de objetos puntuales que en algún momento tuvieron sentido, cuando dejan de tener sentido, el que sigan en el bolso no es más que un síntoma de una Diógenes incipiente. Hará como unos cuatro meses escribí en el sobre que contenía el recibo de la luz. Evidentemente lo debí coger del buzón en un momento que me iba a algún sitio, lo metí en el bolso, seguramente me transportaba en metro, tal vez iba al trabajo, el primer destino en esta primera etapa de la nueva etapa de mi vida laboral. La cuestión es que debí tener un impulso, una urgencia expresiva, y el sobre era la única superficie de papel con ciertos espacios en blanco que poder aprovechar para dejar hablar al alma. Debí abrir el sobre primero, de una manera brusca y torpe, soy un desastre lo confieso, solo así se explica que el texto se adaptara a tremendo destrozo en la apertura, o eso o la desesperación por saber a cuánto iba a ascender dicha cantidad.
    El caso es que hoy, haciendo limpieza como he dicho del bolso mágico, ha vuelto a mí, lo iba a tirar, aunque sé que en algún momento anterior también había tenido el mismo impulso pero no lo hice porque al releer ese texto escrito en lápiz sentí que debía darle una segunda vuelta antes de deshacerme de él en una vulgar papelera. Y hoy, justo hoy, mientras intentaba concentrarme en el siguiente examen, con olor a flan recién hecho, un flan que llevo queriendo hacer hace siglo y medio, en esa tarea ingente para distraerme de la oposición y de los flanes, me dio por abrir el bolso y empezar a tirar restos de vida, tickets, panfletos, caramelos blandengues,... Pero cuando llegué a este sobre de Iberdrola y leí, sentí que debía compartirlo antes de tirarlo. Simplemente porque pasó, porque todos tenemos ese trauma, cada uno a su manera.

"¿En qué momento dejé de tomarme ese tiempo para mí?
¿En qué momento me olvidé de que existía una manera de salvarme de la locura?
¿En qué momento desapareció el impulso, la mirada, la alegría de ver la vida como una oportunidad para crecer espiritualmente?
Tal vez no fue de golpe, fui desapareciendo, me iba borrando la culpa,
el desgaste, la sin razón, la imagen de un caos global.
No fue tanto el hecho de  ver caer a personas importantes para mí
sino que también se llevaron una parte de mí los anónimos
a los que amortajé en un sudario de plástico blanco,
como la luz en la que se habían convertido.
¿Acaso no iba a importarme atestiguar tanto dolor infame?
Soy persona, soy alma herida, soy mirada de luz amarga.
Déjame ser, déjame.

Isolina Cerdá





sábado, 1 de abril de 2023

Zapatitos mágicos

 



Me dirigía a ver una obra de teatro con mi amigo, habíamos quedado a la salida de la parada del metro Argüelles. Cuando llegué a la estación Puerta del Sur subiendo por las escaleras mecánicas me encontré con estos zapatitos, iba mirando al suelo y por casualidad vi ese brillo maravilloso de estos zapatitos. resaltaban muchísimo por encima del color aburrido del resto de los zapatos de los viajeros que se dejaban llevar por las escaleras mecánicas. Entonces levanté la vista y me encontré con una mujer de unos setenta años que iba muy elegantemente vestida, además su cara era afable, guapa, con los toques de maquillaje adecuados. Era un sábado, tal vez fuera a bailar, o a un encuentro de mujeres creadoras, o a una cita con un admirador secreto. Curiosamente al entrar en el vagón me había olvidado totalmente de los susodichos zapatos hasta que nuevamente tuve que reparar en ellos, su brillo era cautivador, aquella mujer estaba sentada frente a mí. Entonces la imaginación volvió a volar, no pude evitar pensar en su historia. Porque tenía que haber una historia maravillosa detrás. A lo mejor era investigadora social, tal vez estaba haciendo algún tipo de experimento, lo mismo ella me observaba a mí. A lo mejor iba a visitar a sus nietos, o a su marido que estaba ingresado en un centro para enfermos de Alzeimer y aquellos zapatos se los regaló él un día que paseaban juntos por la Gran Vía de Madrid. Ella se quedó prendada de ellos, y al día siguiente él la sorprendió regalándoselos, con la ilusión de volver a verla con esa mirada feliz. Fue un momento mágico, ahora ella quería que él recordara aquel instante vital. O no, tal vez esos zapatos los compró el día anterior, decidió darse un capricho ante los duros días que tenía por delante, una intervención determinante, un nódulo maligno en el pecho izquierdo. Bailaría con sus zapatos nuevos y se cargaría de energía porque nunca se sabe lo que pasará después. Lo que estaba claro es que ella era una mujer que se comía la vida, saboreando cada trocito,  inspirando el olor a hierba recién cortada, a lluvia que se acaba de retirar, sintiendo el calor del abrazo dulce de un niño, o del primer beso de amor. Así caminaba por la vida, segura, feliz, con sus zapatitos brillantes,con su sonrisa eterna.

domingo, 27 de noviembre de 2022

Déjame que te cuente el cuento de Cantoblanco



Verdes intensos llenos de gotas de frescura mañanera, al borde de la carretera que lleva hasta el pabellón San Francisco.



    Érase una vez un lugar llamado Cantoblanco, en su origen fue un sanatorio especializado en enfermedades respiratorias como la tuberculosis, cuentan que al principio trabajaban en él monjas, de hecho los amantes de los fenómenos paranormales se afanan en creer la leyenda de la monja que pasea por el pabellón quirúrgico, yo juro por mi pelo marrón y mi rebelde cola que jamás la he visto, y espero no verla porque soy muy temerosa respecto a ese tipo de cuestiones. Este lugar no es un hospital normal, tiene una distribución particular, está formado por seis pabellones distintos y una edificación  llamada "Los Cármenes", que según rumores pronto cambiará, pero en este noviembre del año dos mil veintidós es como sigue. Al entrar en el recinto el señor de seguridad te recibe, está metido en su garita y cuida de cada rincón del fuerte a través de unas cámaras, a mí me ha captado varias veces, pero los pajarillos me avisan de que se aproxima y me subo rápidamente al árbol más alto, sí, todos lo son, altos y frondosos. Yo siempre me escabullo como puedo, mentiría si no reconociera que en más de una ocasión me dejo ver, para que sepan que no solo ellos son los privilegiados, me refiero a los humanos que pasean por aquí, o corren con sus coches, trabajadores mayormente y familiares que vienen a recoger a algún paciente recién intervenido.
    El primer edificio con el que te encuentras es el Pabellón Quirúrgico, allí pasa de todo, yo no puedo entrar, más que nada porque llamaría mucho la atención una ardilla correteando por esos largos pasillos, distraería el trabajo de los cirujanos, y jamás me atrevería a interrumpir ningún tipo de los importantes trabajos que se realizan en ese pabellón. Hay varias plantas, pero no te preocupes que no te vas a perder, nada más entrar te van a informar de cualquier detalle que necesites. Hay tres quirófanos en los cuales se realizan intervenciones de extremidades superiores e inferiores, y de dermatología. Son increíbles, todos, desde el cirujano principal, pasando por su ayudante, por las anestesistas, por las enfermeras, por los auxiliares, por el celador y la chica de la limpieza. Apenas tengo imágenes directas, pero dispongo de informadores, de vez en cuando consigo que una mosca se cuele en la sala de reuniones y salga como entró sin molestar demasiado, porque la pulcritud es algo que no se puede arriesgar, pero me informa detalladamente. Los protocolos hacia el bienestar del paciente son estrictos y el trabajo en equipo fundamental. Cuando los pacientes salen de la URPA en donde normalizan su estado posoperatorio y arranca la fase de recuperación, siempre comentan a los celadores que la atención y el cariño son exquisitos, ah y también valoran positivamente la tranquilidad de este hospital. Lo mismo sucede cuando el paciente se sienta en la cama tras una intervención en la sala de endoscopia, miran hacia el exterior a través  de la ventana y la naturaleza les sonríe. En la segunda planta de este pabellón hay pacientes ingresados, octogenarios mayormente, que te dan lecciones de vida maravillosas. Lo más importante es el capital humano, son equipos que cuidan del paciente de una forma holística, todos siguiendo tiempos y trabajos escalonados que se entrecruzan y que la mayoría de las veces se hace con un cariño admirable. Están los médicos que valoran a los pacientes y dirigen las acciones médicas, diagnósticos y prescripciones envueltas en gestos de cariño, miradas empáticas. El trabajo de las enfermeras es digno de valorar, hay una enfermera maravillosa que regala un trocito de su alma a cada paciente, que se entrega en cada gesto, a lo mejor el paciente ya no puede hablar, pero la mira desde dentro con agradecimiento, hasta el que pierde la razón por una demencia encuentra un gesto para responderle con un gracias que ella ni si quiera espera. Ay, mi niña linda. Básicamente todos los pabellones siguen esa forma de trabajar, analíticas, visitas médicas, aseo y levantar, desayuno, pruebas, comida, aseo para acostar tras la ingesta. 
    Nuestras amigas de ocho patas son grandes informadoras, aunque tienen que trabajar con mucho sigilo para que no las descubran, las invitamos a las reuniones de los jueves, nosotras pintamos piñas y ellas hacen ganchillo, y entre puntada y puntada nos cuentan. En una ocasión la señora Culebrilla quiso ver de primera mano el funcionamiento del Pabellón San Luis, y claro se armó una muy gorda, ya le hemos hecho prometer que no repetirá nunca más dicha locura. Así que para que esté informada se ha apuntado también a la reunión de los jueves. Nuestras amigas valoran mucho cada gesto de cariño del que pueden ser testigos. Hay auxiliares maravillosas, que trabajan con una energía y un ánimo que son parte de la terapia, cuidan a personas absolutamente vulnerables, asean con delicadeza, ponen una cremita, observan cada posible rojez, levantan al sillón, dan de desayunar, de comer, sonríen... Es cierto que no todas trabajan igual, pero la mayoría son personas buenas, con ese talento hacia el cuidado, con la empatía suficiente para ponerse en la piel del paciente y luchar con él. Muchas de ellas con fascinantes historias de vida a sus espaldas,  habiendo cruzado océanos, superado traumas de vidas intensas, luchadoras cuyas armas son brazos que regalan cariño a cada paciente. Los celadores suelen estar en cada parte de la rueda, que gira y gira, ellos trasladan  a los pacientes para realizar las pruebas oportunas, ayudan a las auxiliares movilizando al paciente tanto en el aseo como a la hora de levantarlos, llevan analíticas de los distintos pabellones hasta el laboratorio, ingresos, altas, comidas, asuntos varios gestionados por una encargada con un teléfono pegado a la oreja, lo hace de la mejor manera, dada la escasez de su regimiento, y milagrosamente el trabajo sale adelante y el engranaje sigue funcionando. Ellos y ellas no tienen brazos de titanio sin embargo muchas veces los celadores tienen la sensación de que el resto del mundo sí lo cree, porque no dan abasto, y al llegar a casa los músculos gritan de dolor y comprueban que no, no eran de titanio sino que además de agua estaban compuestos por miosina, actina y tropomiosina entre otras proteínas que duelen cuando se sobrecargan de trabajo. Ambulancias que van y vienen, y vienen y van. Los fisioterapeutas son los que acaban de preparar a los pacientes para que su vuelta a casa sea lo más fácil y grata posible, cuidando cada detalle, les preparan para levantarse solos, para subir escaleras, para coger una cuchara, para caminar autónomamente hacia la normalidad, es otra parte importantísima de la cadena y en los gimnasios de Cantoblanco hay un equipo humano maravilloso en el que se respira cordialidad y generosidad. 
    Y para que todo esto funcione están los hombres de azul, que reparan cualquier descosido, son expertos en todo. Del uniforme del personal, la lencería y lo relativo a suministros alimenticios se encarga otro equipo de personas cuya gobernanta dirige con una sonrisa desde un despacho sita en el pabellón administrativo, que apenas pisa ya que supervisa de primera mano cada pabellón. El funcionamiento de todo se controla desde unos despachos cuyos moradores abandonan para sumergirse en el campo de combate y ver si todo fluye, y hacer que todo fluya en caso de no fluir. Yo fluyo, tú fluyes, él fluye...

    Os voy a contar la verdad. Esto no es un cuento, yo no soy una ardilla, y aunque he visto muchas arañitas no me reúno con ellas, entre otras cosas porque padezco cierta aracnofobia pero coincido en lo que nos cuenta nuestra amiga de pelo marrón y rebelde cola, que en mi año de trabajo como celadora en Cantoblanco habré visto unas doce veces, unas subiendo por el tronco de un árbol, otras saltando de rama en rama e incluso en una ocasión lanzando una piña desde lo alto de un pino. Hay un gran equipo humano en Cantoblanco, tal vez porque aunque se pasen todo el día dentro de un pabellón, en algún momento de la jornada han tenido contacto con la naturaleza maravillosa en la que se enclava este centro hospitalario, y eso les permite respirar, limpiarse por dentro, y valorar la suerte de trabajar en medio del parque forestal de Valdelatas, con unas vistas privilegias a la sierra de Madrid, especialmente desde la segunda planta del pabellón quirúrgico. Hay que cuidar este espacio y sobre todo hay que cuidar a su personal sanitario, a todo el equipo de personas que hace posible que nuestros mayores, y no tan mayores, en los momentos de más vulnerabilidad sean recibidos con esa grandeza humana. Me siento una privilegiada por haber sido testigo de tantos momentos de profesionalidad y humanidad infinitos hacia el paciente. 
    Gracias a todas las personas que me han ayudado, en los pabellones, en el quirófano, en endoscopia, en consultas externas, en el camión, en la ambulancia, en las ecos y rayos, en el laboratorio, en el gimnasio, en la administración, en lencería, en admisión, en informática, en seguridad y, por supuesto, en conserjería. Gracias a mis compañeros y a mis encargadas y a mi jefe, y al Hospital La Paz por haber contado conmigo durante estos más de tres años, tan duros y difíciles para todos pero en especial para los guerreros blancos con los que he tenido el honor de trabajar codo a codo y en plena pandemia en las Urgencias Generales del Hospital La Paz. Gracias por priorizar al paciente y regalarle un trocito de vuestra alma, gracias por ser valientes, gracias por hacer de este mundo un mundo mejor, vuestro trabajo es la muestra de que la grandeza humana salvará al mundo. Hay que cuidar a los que nos cuidan, hay que salvar a la sanidad pública para que siga cuidando a todo el mundo, tanto a los que tienen como a los que no. Gracias, gracias,  gracias.

Isolina Cerdá Casado






Escaleras gastadas de tanto usarse, tal vez por la monja vigilante.

 

Rojo intenso, pasión sanitaria

Marrones de otoño

Caminos de ardillas hacia el Pabellón San Luís

Conserjería y pruebas funcionales en los bajos del Pabellón San Luís



Pabellón San Francisco

Pabellón San José y Hospital de día

Gotas de rocío camino de las analíticas

Pabellón San Ramón





Pabellón Quirúrgico


jueves, 27 de octubre de 2022

Fiesta de Hallowen (escritura creativa)



(A partir del susto producido por la caída de una piña cuando volvía a la Conserjería)

 Me dirigía hacia el pabellón San Francisco, me había pedido una medicación la enfermera del pabellón San Luis. Apenas estaba iluminado el camino, nadie circulaba por el recinto hospitalario, se escuchaba el silencio de la noche, al estar rodeado de árboles preciosos sólo el sonido de ramas que se mueven por el viento, alguna lechuza nocturna o el corretear de una ardilla inquieta rompía la quietud sonora. De pronto se oyó un chasquido, giré la cabeza hacia el tronco del pino y vi cómo caía una piña que chocaba contra el suelo desde la rama más alta, o eso o una ardilla adolescente mosqueada en grado máximo la lanzó con toda la fuerza  que le permiteron sus patitas delanteras de ardilla. Sonó muy fuerte al caer. Si me hubiera caído en la cabeza me habría hecho un buen chichón.

Entonces me vino a la mente esa posible discusión entre madre e hijo ardilla:

- Mamá, la noche del treinta y uno hay una fiesta justo enfrente del pabellón de los Cármenes. Será a las doce de la noche, habrá disfraces fantasmales. Ya sabes que es Hallowen. 

- Rodri, eres muy pequeño y tienes que dormir, a esas horas pueden pasar muchas cosas. 

- Pero mami, va a ser una pasada, hasta va culebrilla disfrazada y a mi amiga Luci sí la dejan ir.

- Tu amiga Lucía tiene tres años más que tú, así que no me compares.

- Pero mami, seguro que hay fiesta especial porque han quedado allí los viejos  moradores de los Cármenes. 

- ¿Qué dices niño?

- Pues que va a ser una pasada,  cientos y cientos de almas recordando viejos tiempos, vendrán tuberculosos ilustres. 

- Te dejo ir un ratito y a las diez y media te quiero en casa. 

- ¡Pero mami!

- No es discutible Rodri. (El adolescente enfadado lanza una piña con todas sus fuerzas ante la impotencia de no poder hacer nada frente a la cabezonería de su madre. ) ¡Bajas ahora mismo y recoges esa piña que has tirado! 

- Mami, hay una señora vestida de blanco.

- Pues espera a que se vaya, seguro que es la celadora que va de un pabellón a otro llevando cachivaches o medicinas. 

- Mami porfí, ¡que venga la celadora también!




jueves, 8 de septiembre de 2022

Despierta a tu duendecill@

 



Sucumbir no debería  ser tan fácil.  Deberíamos  tener un duendecillo que nos acompañara siempre, y que nos ayudara a decidir, a impulsarnos, a no rendirnos.

Deberíamos tener, pero ¿y si ya existe? Existe, no estamos solos. 

Lo creamos, lo inventamos.

Oye, ¿y si fuera una duendecilla? Un hada del bosque que siempre te recordará que tú  puedes hacerlo, que eres capaz de hacer lo que te propongas, solo tienes que hacer algo antes: creer en ti.

Y saber que si no lo intentas nunca lo sabrás.

Tu hada está contigo, de verdad, aunque nunca la hayas visto. 

Resulta que no te has dado cuenta de que con el paso del tiempo, y de la vida, has perdido visión, es la llamada "presbicia onírica'", con la edad dejas de creer en tus  sueños, algunos afortunados no la llegan a sufrir nunca.

Si quieres hazlo, es el momento. Tienes que escuchar la voz de tu Isolinilla, o de tu Yolandita, o de tu Emilita,...

Es que sucede que también la edad trae consigo problemas auditivos, sordera selectiva, se trata de una enfermedad terrible, el que la sufre solo escucha los malos presagios, los miedos paralizantes.

Tus luchas no son nuevas, ni únicas, ni exclusivas de tu nombre o condición.

Así que saca a pasear a tu duendecilla  y no dejes de cuidar de ella, la vida te lo recompensará con una mayor plenitud y satisfacción.


Isolina Cerdá 


Semanal 1: Clic

Vamos, empieza ya, escribe, sobre lo que sea, oblígate, siéntate y dedica un tiempo a la escritura. Sabes que hubo un tiempo en el que la es...