domingo, 19 de enero de 2020
Pilar
Ayer, cuando volvía a casa después de haber hecho Las Criadas, sentada en el tren de cercanías, cogí el móvil, y al ver uno de los chats de los celadores de La Paz y leer la triste noticia, fue como un golpe seco en el pecho, como si de pronto el corazón se hundiera hacia dentro de la cavidad torácica y un chorro de sangre subiera hacia la cabeza, y entonces toda esa tormenta de tristeza se agolpara en los ojos y no pudieras evitar llorar, y las personas cercanas, sentadas frente a ti observaban esa pena materializándose cuyo origen era desconocido para ellas. Pero si hubieran sabido del triste acontecimiento, si se hubieran cruzado con ella en el retén de los celadores, si hubieran recibido ese saludo cariñoso que siempre te daba, si la hubieran oído hablar con ese conocimiento que otorga la grandeza humana entonces... entonces habrían llorado conmigo, como lo hacen en este momento sus compañeros, sus amigos, su familia...
La recuerdo este verano, cuando empecé a trabajar como celadora, siempre dispuesta a ayudarte, cualquier cosa que le preguntaras ella te respondía cariñosamente, hasta compartí con ella el primer escrito sobre los celadores que me impulsó aquella emoción tan increíble. La recuerdo con un libro en la mano, con esos movimientos delicados, ese cuerpo esbelto con su caminar tan característico, su pelo rubio, su mirada, y su sonrisa...
Cuando suceden estas cosas intentas explicarte por qué, encontrar razones, buscar justicias e injusticias vitales...El dolor te invade, el recuerdo de sus gestos bondadosos te lo agranda todavía más...Y entonces, tal vez egoístamente, piensas en lo afortunada que fuiste porque llegaste a conocerla, poco, apenas nada, pero lo suficiente como para darte cuenta de que era un ser especial. Y entonces lo piensas, ella era una de las personas que formaba parte, y seguirá formando parte por siempre, de este colectivo de trabajadores y trabajadoras que acompañan a los pacientes, que los trasladan, que los movilizan...cuántas personas han recibido su bondad, su cariño, sus buenas maneras,...Gracias Pilar, gracias porque tú has sido una de las personas que me ayudó, sin conocerme, sin saber nada de mí, y como a mí también al resto de mis compañeros, y a todos los pacientes que con tus sabias manos ayudaste. Gracias siempre Pilar, nos embarga el dolor de no haber estado más tiempo contigo pero de alguna manera nos queda el consuelo de haber caminado junto a ti y eso nos dará fuerza para seguir adelante a pesar de tu ausencia.
Isolina Cerdá
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